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Extensión
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1 foja
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Resumen
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La cancelación del programa ´Opinión Pública´ revela las tensiones entre la libertad de expresión y la concentración de poder en el sindicato STIRT y el gobierno. a través de actos de censura y control, se pone en peligro el derecho ciudadano a la información libre..
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Tipo
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Artículo periodístico
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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POR MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA
Por encima de pequeños y grandes
rencores, Gabriel García Márq uez era
ya, antes del Premio Nobel, el mayor de
los escritores de nuestra América. Lo era
por muchas razones, algunas que tienen
que ver con la forma y otras que conciernen al fondo . De los más citados como
posibles competidores suyos, el que más
hondamente ha vivido sus rea lidades es
él, el que menos ha rehuido el encuentro
con los rostros horribles de estas tierras es
él, el que ha abrevado mayor humanidad
de sus semejantes es él. No resulta extraño, así, que se haya cargado su conciencia de la vitalidad vertida en sus cuentos,
en sus novelas, en su trabajo periodístico.
Entre las muchas virtudes que le permitieron llegar a ser ese gran escritor que
ha sido hace mucho tiempo, la de la
laboriosidai es preciso destacarla. Es
conveniente hacerlo llamando la a tención sobre ella a: los jóvenes que
comienzan. A ellos es preciso decirles que se vean en el espejo de García
Márquez. Pero no del escritor exitoso cuyos libros se venden a millones,
sino en el afanoso trabajador de las letras que García Márquez ha sido
desde que a fines de 1947, cuando tenía menos de veinte años, empezó a
publicar cuentos en El Espectador.
Era un mal estudiante de Derecho en Bogotá. De~uidaba, en
buena hora, el estudio de los códigos. Si otro l'í'ubiera sido su -camino
acaso los tribunales bogotanos ganaran un litigante de alcurnia pero la~
letras universales hubieran perdido uno de sus árboles más frondosos.
Pero la molicie de García Márquez atañía, únicamente y exclusivamente, a la jurisprudencia. Frustrada su carrera en la capital, y en
Cartagena, él se empeñaba eh la lectura y la escritura. Confesó a Plinio
Apuleyo Mt>ndoza (en la sabrosa, larga, aleccionadora conversación
sostenida por ambos y publicada bajo el título El olor de la guayaba
que comenzó a escribir "por casualidad, quizá sólo para demostrarle a
un amigo que mi generación era capaz de producir escritores". Pero eso
es, y García Márquez lo admitiría así se le presionara un poco nada más
una enorme mentira. Escribió porque no le quedapa más remedio que
hacer salir los mundos que imaginaba incesantemente. De lo contrario,
hubiera muerto ahogado, la angustia narrativa qu_eriéndole brotar a
borbotones.
García Márquez hacía literatura y periodismo, como ahora, en sus
comienzos hace más de treinta años. Lo descubrió Eduardo Zalamea,
llamado con acierto "gran catador y gran mecenas de las bellas letras"
por Alfonso Fuenmayor. Publicó sus primeros cuentos, en 1947 en el
suplemento literario de El Espectador. Luego, en Cartagena, empezó a
hacer diarismo. J;:scribía notas y seleccionaba material para El Universal, el recién fundado periódico en que hizo sus primeros pasos de
periodista, en 1948. Quizá a esa época, quizá a la inmediatamente
posterior de Barranquilla, se refiere cuando se describe recordando que
"después de que terminaba mi trabajo en el periódico, era capaz de
escribir cuatro, cinco, hasta diez páginas de un libro. alguna vez, de una
!nla sentada, escribí un cuento".
Ni enfermo descansaba ese García Márquez veinteañero. Consta
por testimonio de Germán Vargas (recogido, corregido y amplificado
por Jacques Gilard), que entre fines de marzo y comienzos de mayo de
1949 leyó por lo menos a Faulkner, a Virginia Woolf, ajohn Dos Passos,
a Hemingway, ajohn Steinbeck, a Erskine Caldwell, a Aldous Huxley,
cuyos libros le fueron remitidos a Sucre donde en casa de sus padres
había ido a refugi arse por razones de salud.
Ya instalq.do en Barranquilla, en 1950 comienza la publicación de
una columna de humor en E l Heraldo. Se titula "La J irafa", y llegará a
componer más de cuatrocientas de. ellas. Además, seleccionaba los
ca bles para su publicación y desempeñaba otras tareas en la mesa de
redacción, como titular notas y corregir estilo. Al mismo tiempo, seguía
escribiendo cuentos y hacía junio de ese año inicia la escritura de La
hojarasca, que se convertirá en su primera novela. Pero no se crea, en
este insiste recontar su laboriosidad, que se trataba de un muchacho
ceñudo y adusto (a unque nadie que lo conozca a hora se lo imaginaría
así por cierto), sino que también le daba vuelo a la hilacha, ya que vivía
dice Gilard, en medio " del bullicio - intelectual, festivo, alcohólic"o y
prostibulario, muy serio en el fondo pero sin trascendentalismo- de la
vida colectiva del grupo". Este grupo era el de los muy buenos amigos
q ue hizo García Márquez en Barranquilla, como habría de hacerlos
donde quiera que fue. Ese grupo estaba formado, dice Mendoza, por
"juerguistas desaforados, mordidos por la literatura", y hoy es "estudiado seriamente en universidades de Europa y de los Estados Unidos por
especialistas en literatura latinoamericana".
Como se sabe, un escritor que quiere ser leído no sólo debe escribir,
si no también encontrar quien publique el resultado de su trabajo. Si
bien García Márquez tuvo rápido y en apariencia fácil acceso a los
diarios, en las tres ciudades colombianas donde quiso hacerlo, otra cosa
fue hallar editor para sus novelas. Él mismo cuenta que se pasó cinco
años antes de encontrarle salida a la p¡;imera: " La mandé a Editorial
Losada en Argentina y me la devolvieron con una carta del critico
español Guillermo de la Torre, en la que me aconsejaba dedicarme a
otra cosa. " Y no ocurría eso sólo al empezar, lo que resulta más
comprensible. Cuando quiso publicar en francés El coronel no tiene
quién le escriba, Roger Callois hizo un juicio para Gallimard en que
rechazaba el libro de plano.
"Aquel primer libro (La Hojarasca) lo escribió de un jalón
- cuenta Mendoza- con un silencioso frenesí, trabajando noche tras
noche en la desierta redacción de El Heraldo de Barranquilla, a la hora
en que callaban los linotipos y en la planta baja se oía el quejumbroso
jadear de una rotativa. Sobre los escritorios giraban, inútiles para
apaciguar el calor, las aspas de los ventiladores. Era muy tarde, casi el
amanecer, cuando se levantaba de la máquina de escribir, agotado pero
todavía sin sueño y con personajes y recuerdos de Macondo girando en
su cabeza".
Cuando García Márquez volvió a Bogotá, se hizo miembro de la
planta de El Espectador, donde escribió algunos de las magistrales
Crónicas y reportajes que en buena hora recogió La oveja Negra, que lo
mismo ha hecho con Cuando era feliz e indocumentado. Corresponsal
en París, colocado en la miseria porque el dictador Rojas Pinilla cerró el
diario liberal como cumple hacerlo a todo dictador que merezca ese
título, se echó después a v-iajar por el mundo. Reportero de revistas,
corresponsal de agencias y.de diarios, llegó a México al comienzo de los
sesentas. Aquí escribió, en dos años Cien años de soledad, pero había
estado quince o diecisiete pensando el libro.
Naturalmente, el Premio Nobel, la celebridad, el reconocimiento y
la gratitud que han caído sobre García Márquez desde hace década y
media no sólo han resultado de sus empeños. Las norias estaban llenas
de mulas dando vueltas que eran ejemplo de perseverancia y nunca de
ellas salió creación alguna. Sin genio no hay faena que valga. Pero al
revés también es cierto. La chispa vital que sea capaz de alumbrar a los
mortales requiere el paciente frotamiento del pedernal y la yesca, para
brotar.
Esa, entre muchas, es una lección que sin quererlo, porque nada
más lejos de su ánimo que el erigirse en profesor, ha dado Gabriel
García Márquez, Premio Nobel de Literatuq. del año en que Alfonso
García Robles ganó el de la Paz.
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Materia
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Libertad de expresión
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Censura sindical
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Concentración de poder
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Derecho a la información
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Cancelación de programas
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Conflicto de intereses
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Medios de comunicación
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Manipulación gubernamental
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Persona o institución mencionada
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Miguel de la Madrid
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