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Extensión
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3 fojas
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Resumen
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Mario Vargas Llosa se ausentó del Encuentro Vuelta, generando especulaciones sobre su partida repentina tras criticar el sistema político mexicano. Su severa crítica, calificando el régimen como una dictadura perfecta, provocó malestar entre los anfitriones. La reunión, inicialmente teórica, se tornó en una promoción política y se caracterizó por reacciones intensas y debates sobre la influencia ideológica..
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Tipo
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Borrador
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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.
especial para El Financiero, edición
1 .. o
septiembre de 1990
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Aver ~ guelo Vargas ~~
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miguel ángel granados chapa
Para su desgracia, y la de los organizadores del Encuentro Vuelta,
1 as "razones f aml·1 lares
·
" lnvoca
·
d as por Mario Vargas Llosa para ausentarse
precipitadame nte de México, después de una clamorosa opinión suya sobre el
sistema político mexicano, coincidieron con las que liK~K~li adujo el secretario de Marina, Mauricio Scheles ke, cuando hace un mes renunció a su cargo. En ambos casos, por infortunada coincidencia también, la opinión general
les negó ~~!X~X crédito.
En la práctica administrativa mexicana se hicieron fa mosas las dimisiones "por motivos de salud". Llegó a esteblecerse con exactitud que
esa ffomula indicaba realmente un despido~ que por decoro no recibía su nombre .
Lo de las "razones familiares" no explícitas sonó, en el caso del secretario
de Marina, a puro pretexto, a ruido para ocultar las verdaderas causas de su
· re moción . Si las razon es fa miliares fueran siempre moti vo para una dimi sión,
hubiera podido invocarlas con mayor razún su sucesor, el almirante Ruano,
cuya famili~ padeció un percance en Perú apenas poco después de que él asumiera el cargo. y · en cambio él vivió el lance impertérrito, al pie del timón.
Aunque no haya motivos racionales para dudar de lo dicho por Vargas
Llosa en la carta dirigida Octavio Paz para explicar su repentina ausencia,
fue tan súbito su viaje, tan I~~~ intempestiva su partida, que no por intenciones aviesas sino por la naturale za misma del aecho se le juzgó conectado
con la participación del escritor peruano en el coloquio sobre la experiencia
de la libertad en el siglo XX.
En efecto, horas después de que los convidados extranjeros habían sido
conducidos ante el Presidente Salinas por el solícito Paz, Vargas Llosa expresó opiniones sobre el sistema político mexicano y sobre el papel que en ese
sistema se ha reservado a los intelectuales. No ahorró severidad al referirse
a los . mecanismos de cooptación. Eso, y su calificación al r pé gimen mexicano
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vargas/2
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como una dictadura perfecta, provocaron incomodidad, por decir lo menos, en
sus anfitriones. Ea evidencia de que así había sido, pues Paz no la ocultó,
y la í ndole del comentario, provocaron la reacción, no excéntrica ni caprichosa
que supuso o un diferendo rasposo entre el huésped y s us invitantes, o la
s ugerencia de que Vargas Llosa haría bien en marcharse cuanto antes.
Las iiri-
tadas reaciones de políticos de alto nivel, incluido el Presidente de la República hubieran alime ntado esa especie, de no haberse conocido la declaración
pública del ~~I escritor peruano. El Ejecutivo federal no sintió necesidad
de ocultar su molestia, aunque la disfrazara de mordacidad, cuando preguntado
sobre los dichos políticos de Vargas Llosa lo calificó como un buen novelista .
Un alcalde de corte apellidado como el autor de Conversaciones en la ca
tedral hizo fa moso el nombre porque la reina Isabel de Castilla, apodada La
Católica, le encargaba investigar hechos, quejas o pretensiones: Averíguelo
Vargas fue entonces una fórmula que del rigor i nstructivo que tenía en los
decretos de la patrocinadora de Colón pasó a denotar dudas graves sobre problemas imposibles de resolver.
Si Vargas Llosa se fue por esa circunstancia fortuita de fuerza
mayor, acaso ese i nesperado episodio lo puso a salvo de quedar en un brete
grave. Su ilustre tocayo tendría que avergiuarlo . Lo cierto es que sus afirma ciones se dispararon
del tono general que había imperado en el Encuentro
Vuelta, haciendo quedar al escribidor en un papel triste de aguafiestas.
Porque fue claro conforme pasaban los días, que esa reunión de i ntelectuales adquiría un carácter de promoción política más que de disquisición
teórica. No digo, porque no quiero celebrar un proceso de intención, que ese
fuera el objetivo explícito y deseado de Octavio Pa z y Enrique Kraueze. Digo
que el resultado de su i ni ciativa fue ese. Así se compvobó de modo inequívoco
no sólo en el lance en que quedó atrapado Vargas Llosa, sino también en la
aplazada sesión de clausura, ocurrida el domi ngo 2 de septiembre.
La enternecedora intrvención de don Adolfo Sánchez Vázquez hubiera
pasado como una más,en un coloquio en que se tratara en realidad de esclarecer el sentido de la historia c ontemporánea, los rumbos del viento presente.
Pero la reacción del propio Paz, y sobre todo las de los inverecundos Carlos
Franqui y X~~ Juan Nuño, mostraron que el efecto de propaganda anticastrista
debía ser al~anzado a como hubiera lugar, incluido el desdén público a un hombre respetable como Sánchez Vázquez. Aun si se le tachara de dogmático, espíritus liberales verdaderos hubieran tolerado su exposición. Pero al dogmatismo
se opuso el dogmatismo. Y, por mi parte, si hay que elegir entre el de don
Adolfo y el de don Octavio, me quedo con aquel, no por su capacidad de predecir
la historia o de conducir las transformaciones de la sociedad, sino porque se
finca en un humanismo del que carece la otra posición.
En ese punto, por cierto, se aprecia una diferencia
determinante entre
Paz y Krauze. La mayor terrenalidad del ingeniero lo pone por encima del poeta,
porque su sentido de lo real, de lo posible, de su propio valer, confiere a sus
tomas de posición un aire humanista que flo ecerá cuando su profesante aporte
los frutos que todavía está por ofrecer.
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Materia
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OpiniónVargas Llosa
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Dimisión Inesperada
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Encuentro Intelectual
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Propaganda Anticastrista
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Crítica Pública
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Reacciones Políticas
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Persona o institución mencionada
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Mario Vargas Llosa
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Mauricio Scheleske
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OctavioPaz
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Rodolfo González Guevara
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Carlos Franqui
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Juan Nuño
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Adolfo Sánchez Vázquez
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Presidente Carlos Salinas