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Extensión
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16 fojas
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Resumen
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Julio Scherer García reflexiona sobre su experiencia periodística, tras ser expulsado de Excélsior en 1976. a pesar de su deseo de renunciar al periodismo, sus compañeros lo motivaron a continuar, lo que culminó en la fundación de la revista Proceso.
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Tipo
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Ensayo periodístico
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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El oficio de periodista
Julio Scherer García *
Me abruma la expresión homenaje a un periodista. Sé de mi piel, conozco mi alma.
En la segunda mitad de 1976, expulsado de Excélsior por un sistema que se soñó
imbatible, tuve el impulso de abandonar el trabajo que me acompañaba desde la
juventud. Sin ojos para el futuro, pensé en un porvenir de días circulares. Compañeros
de entonces y de siempre que rehusaron permanecer una hora más en el diario
ultrajado, pugnaron para que siguiéramos juntos. El despojo había sido brutal. No era
tolerable la cancelación de un destino común, la vocación truncada.
Aún los escucho, generosos. Empecemos de nuevo, a costa de los riesgos que vengan.
Su entereza pudo más que mis resquemores y su capacidad creadora mucho más que
la rabia estéril que me vencía. Ellos tuvieron los ojos que a mí me faltaron. Así nació
Proceso el 6 de noviembre de 1976 en una casa alquilada. Incluida la estufa, la
redacción formaba parte de la cocina.
Fue una época que trajo de todo. Comprobé que el dinero mercenario astilla los huesos
y la traición los deshace. Valoré la lealtad, poderosa como el amor. Entendí extremos
de la condición humana. Dice la frase bíblica que un amigo fiel no tiene precio y en la
paradoja que es la vida yo agregaría que los judas tampoco tienen precio.
En nuestro tiempo, dominados por la prisa, decididos a llegar primero a donde sea,
pasamos de largo por las palabras. Como si se tratara de un lugar común, recitamos
que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Pero al estadista
inglés Lord Acton habría que tomarlo en serio. La corrupción absoluta destruye los
principios, degrada los hábitos y atenta contra el deseo, la gracia impalpable de la
vida. Arriba, en la cumbre donde todo sobra, no se sigue a la mujer con la admirada
naturalidad con la que se la mira en la calle, incompleta como el varón, necesitados
uno de la otra, complementarios para la dicha. No son éstas las venturas del poder.
Sin límite que los satisfaga, los dioses no se divierten.
El reducto que los resguarda y aísla está construido con materiales abominables: el
crimen y la impunidad. Ahí está el arsenal para lo que se ofrezca: la información
reservada, los instrumentos para ensuciar la intimidad, la amenaza, la tortura, el
calabozo, la disuasión por la violencia, la simulación y sus mil disfraces, la intriga
permanente, el engaño a toda hora, los modos y maneras para exhumar secretos que
protegen el honor. Notables en algún momento muchos de ellos, los hijos del poder se
acostumbran a vivir con ventaja sobre todos, expresión ésta de la cobardía que se
encubre en la prepotencia.
Hay otros poderes: el show del dolor, el drama individual para el rating, las matanzas
como un espectáculo colorido, las drogas a cambio de hombres y mujeres colgados
sobre el vacío y sin energía para desprenderse y caer, las fortunas labradas con el
sufrimiento de millones y hasta con los cuerpos frágiles de los niños.
La manipulación ordena el mundo. Los pobres están ahí para que los ricos puedan
volcar sobre ellos los tesoros de su corazón. A los de abajo ya les llegará su momento,
que el mundo, aldea global, también les pertenece . Escuchamos el canto: todos
formamos una familia. La cuestión es mantener la esperanza. Se ha dicho que la
oscuridad cerrada anuncia la alborada, la tímida luz primera a la que seguirán todos
los resplandores del cielo.
Al periodismo no le compete la eternidad. Son suyos los minutos milenarios. Ubicuo, su
avidez por saber y contar no tiene medida, maravilla del tiempo.
No obstante conviene reconocer que nuestro oficio tiene una dosis de perversidad: es
difícil escapar a la seducción que ejerce, sin punto de convergencia con el hastío. Pero
carga también con deberes estrictos.
Perdería su sentido si no recorriera los oscuros laberintos del poder, ahí donde se
discute del hambre sin sentirla, la enfermedad sin padecerla , la ignorancia sin
conocerla, la muerte prematura como una lángu ida tristeza, la depravación como un
tóxico en la sangre de los desencantados. Es abominable el terrorismo de las bombas y
las torres, como odioso es un mundo paralizado por la enajenación de hombres y
mujeres apenas con fuerza para sostener sus huesos.
El terrorismo destruye cuerpos e inteligencias que supieron lo que es vivir y mata a los
desdichados que se fueron sin noción de la vida. Tan vil es un asesinato como otro,
una masacre como otra , que en la tragedia no existen escalas ni mediciones. Sin la
denuncia del terror y las contradicciones que lo provocan, el periodismo quedaría
reducido a una deslumbrante oquedad. Habría que agregar que los huecos permiten
suplantar la realidad por la apariencia y poner ésta al servicio del poder. A los hechos
no se les maneja; a la apariencia, sí.
A Gabriel García Márquez lo reclamamos íntegro para nuestra profesión. Amante del
dato preciso como el poeta consagrado a la metáfora perfecta, sabe que el dato
preciso evade la mentira y burla el equívoco. Libre su fantasía sin espacio, la somete a
la realidad concreta . A la vida no hay para qué engañarla, quizá dijera el Gabo.
A don Lorenzo Zambrano quiero expresarle mi gratitud y a los miembros del jurado
decirles que he leído muchas de sus páginas con el concentrado sentimiento que
llamamos devoción. Me corre prisa por abrazarlos, reiterarles que se excedieron, que
me conmueven , que una emoción así no es peso sino alivio y hasta podría humedecer
mi alma.
Agosto/Septiembre de 1999:
7 veces 2
Para Alberto Gironella,
que pintaba tan bien que parecía
que escribía.
"El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio"
Miguel Hemández.
La luna es rrti botón de plata dorada, abollado y mal cosido sobre la negra
camisa de la montaña. En la casa grande del calendario, mayo aparece como
bisagra de la doble y húmeda hoja de agosto y septiembre. Tal vez es por eso
que ahora el sol cantina el día repartiendo sudores y sofocos, rrtientras en la
noche la luna infla sus carrillos con el viento que duerme.
Allá abajo la vida es guerra, combate cotidiano en los múltiples callejones
oscuros que pueblan la noche mexicana. Se combate al nacer, creciendo se
combate, se ama y se muere combatiendo, y, sí, hasta la escritura es un
combate. Vea si no: en aquella esquina del mundo que llaman "montañas del
sureste mexicano", la última de un siglo que parpadea sus agonías, palabras
como cuchilladas nacen sobre el alto y mullido cojín de la Ceiba.
Y esa Ceiba más que árbol parece central de correos: cartas van y vienen,
casi tan frecuentes como las lluvias que lanzan tajos profundos en la piel del
día o en el corazón de la noche. Vea, ahí va saliendo otra que es otras. Sí,
esa carta es muchas cartas, es una carta-erizo. Siete espinas dobles hacen de
piel lo que en el papel se duele. Las escriben muchos en la mano de uno y
tienen de destinatarios otros muchos que son otros, distintos y diferentes.
Filosas epístolas que señalan y advierten, no amenazan, apenas avisan que
sigue la noche sin abrirse y, sin embargo, aún hay que andarla.
Así que, pareciendo que escribe, la mano afila palabras que hieran mas no
lastimen, que señalen, que marquen, que sean agudas espinas, huellas que
duelan.
Si una carta es muchas cartas no es por capricho numérico, es porque el
mundo es muchos mundos, y muchos son también los olvidos que los
ocultan. Lo Uno es trampa de la que vendrá luego la factura, que así también
llaman a la historia.
¡Sshh! ¡Atención! ¡Mirad! ¡Allá se abre la primera herida!
Carta Uno
"El indio dueño de la tierra es
una utopía de universitarios".
Tirano Banderas, Ramón Del Valle-Inclán.
Sobre la desvencijada mesa, renivelada con piedritas y cartones doblados,
dos libros reposan, cerradas sus páginas, mudas sus palabras. La vela ondea
su frágil luz como bandera y una mano enciende por enésima vez la pipa
mordisqueada. Desde acá, la figura de él es sólo una sombra sentada y
encorvada. Pero la vela roza las portadas de los dos libros. "Ramón Del
Valle-Inclán . Tirano Banderas. Ilustraciones de Alberto Gironella, Galaxia
Gutemberg. Círculo de Lectores", se lee en la portada de uno. El otro
muestra "Julio Scherer García, Carlos Monsiváis. Parte de guerra. Nuevo
Siglo AguiJar".
De pronto la llama de la vela se recuesta obligada por el viento y araña, más
que alumbra, algunas hojas sueltas, garabateadas de prisa y con desorden .
Lenta y pausada, lame la luminosa lengua las primeras palabras.
Agosto-Septiembre de 1999.
( ... )
Este libro de Ramón Del Valle-Inclán, "Tirano Banderas" , viene en una
edición extraordinariamente bien cuidada, con el añorado criterio (cada vez
más lejano a los editores "postmodernos") de respeto al autor, al ilustrador y
al lector. Dos veces llegó este libro a esta mesa, como si todo hubiera
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conspirado para que este agosto se definiera por la dualidad que el espejo
propone. Uno de los ejemplares viene con las palabras "Para un escritor.
MGG"; el otro tiene una dedicatoria lacónica y de tembloroso trazo "A
Marcos, de Gironella" .
Dos ejemplares sí, pero también dos libros en un libro: el uno el que pintan
las letras de Ramón Del Valle-Inclán, el otro el que escriben los ¿dibujos? de
Alberto Gironella.
Conocí a Gironella en aquel agosto de 1994, cuando la Convención Nacional
Democrática, en el Aguascalientes del ahora viejo poblado de Guadalupe
Tepeyac. Apenas un saludo y nos entregó una pintura magnífica de Emiliano
Zapata, salpicado de balas y corcholatas. Tacho, o alguién más, no recuerdo,
tomó la pintura y la colocó en el pequeño pódium del Aguascalientes. El
Zapata de Gironella presidía la sesión cuando sobrevino la tormenta del día
8. En el naufragio de hombres y mujeres de esa noche, desapareció la
pintura.
Se fue Gironella. Vísperas de su muerte, una mentira hizo llegar a Don
Alberto una carta apócrifa. Rebelde y verdadero, Gironella no se merecía la
patética limosna de la mentira al moribundo. Por eso, porque ni en vida ni en
muerte mereció el insulto de la lástima, a donde quiera que se encuentre, le
escribo estas líneas para decirle ...
Para: don Alberto Gironella
De: Sup. Marcos.
Maestro:
Esa carta no la escribí yo. Alguién pensó que haciendo mal hacía bien y
falsificó texto y firma creyendo que eso le regalaba consuelo y alivio. Los
libros sí se los mandé yo, don Alberto, y eran dos porque fueron dos los que
usted me mandó (el Tirano Banderas y el Potlatch), y porque de por sí en
los dos que yo le mandé, usted o su pintura (que ahora es lo mismo) vienen
al caso. Yo le puse a usted en los libros esos que la naturaleza imita al arte, y
en la portada de uno de ellos, La revuelta de la memoria (editorial CLACH),
la imagen del guerrillero zapatista comiendo en el Samboms de Los
Azulejos repetía la que usted trabajó para Tirano Banderas. En una de las
solapas, usted explica: "He querido recuperar distintos elementos reales que
Valle pudiese haber conocido durante sus visitas a México. Si Valle utilizó
como referente del tirano a Huerta, pues yo trabajo a partir de una imagen
suya, a la que incorporo las características que en la novela se le atribuyen ,
como el color verde de su saliva ... Para representar a Zacarías el Cruzado he
utilizado la imagen de un guerrillero zapatista ... Para el criollo Roque
Cepeda he partido de una foto de Vasconcelos, con quien tiene más de un
paralelismo ... El marco está inspirado en el cinturón de un obrero asesinado
que fotografió Alvarez Bravo: un cinturón hecho con la pita del maguey ... "
Sí, "paralelismo" ha dicho usted (los anteojos que le dibuja usted a Huerta se
repiten ahora en los que Zedillo lleva sólo para hacerle más torva la mirada).
Y el Vasconcelos de "Por mi raza hablará el espíritu", redibujado para
compartir lucha con los indígenas alzados contra Tirano Banderas, trae a
colación otros paralelismos: la UNAM y Chiapas, el movimiento
universitario y el alzamiento indígena zapatista.
En la pesadilla que agosto y septiembre definen hoy a nuestro país, los
poderosos repiten religiosamente los argumentos de la camarilla de Tirano
Banderas. Sí, para ellos "el indio dueño de la tierra es una utopía de
universitarios. Pero el ideario revolucionario es algo más grave, porque
altera los fundamentos sagrados de la propiedad. El indio, dueño de la tierra,
es una aberración demagógica, que no puede prevalecer en cerebros bien
organizados" (Ramón Del Valle-Inclán. op. cit).
Y para curar de esa enfermedad a indios y universitarios, el remedio
"posmoderno" de Tirano Banderas despacha desde Palacio Nacional decenas
de miles de soldados a tierras del sureste mexicano. En febrero de 1995,
Zedillo dio, en cadena nacional y para más de 90 millones de mexicanos, su
definición del alzamiento zapatista: "No son indígenas, no son chiapanecos,
son universitarios blancos (me caique así dijo) de ideas radicales los que
manipulen a los indígenas chiapanecos".
Desde entonces, esta definición es la que ha regido la "estrategia"
gubernamental frente al conflicto en Chiapas. Para esto cuenta con la
aquiescencia de caciques que dejarían a Tirano Banderas como un aprendiz
de brujo. Estos son los que mandan, destruyen y matan en tierras indias. Con
la cofradía de Banderas se quejan: "El indio es naturalmente ruin, jamás
agradece los beneficios del patrón, aparenta humildad y está afilando el
cuchillo. Sólo anda derecho con rebenque. Es más flojo , trabaja menos y se
emborracha más que el negro antillano" (!bid). Para ejecutar tan alta
filosofía, por el palacio de gobierno de Chiapas desfilan sabuesos de tamaño
diverso. El último de ellos, con particular afición por la sangre indígena y las
croquetas, ha sido claro: en estas tierras sobran los indígenas y los
estudiantes. Y ya se alista la jauría para la higiénica campaña del cachorro
de Zedillo: "El indio bueno es el indio muerto, y el estudiante bueno es el
estudiante ausente". Matar indios y perseguir estudiantes, este es el deporte
de moda en Chiapas. En la cúspide de su delirio etílico y canino, Albores
declama que él sí tiene los pantalones bien puestos (y es que confunde con
cinturón lo que no es más que un collar contra pulgas).
Sí maestro, la naturaleza imita al arte y sus palabras dibujadas para ilustrar
las imágenes escritas de Valle-Inclán irrumpen en este tiempo de Tiranos y
soberbias, de universitarios y guerrilleros zapatistas.
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Y para darme la razón, hasta mi mesa llegó no un helado de nuez (que es lo
que yo hubiera querido y, en dado caso, ahí sí la naturaleza superaría al
arte), sino un libro que también es dos libros Parte de guerra, de Julio
Scherer García y Carlos Monsiváis.
Libro doble en la evidencia de que son dos los autores, es también doble en
lo que rebela y revela, en lo que dicen sobre el pasado y en lo que callan
ambos autores sobre el futuro. Ambos, Schere~ y Monsiváis, son ya un
referente en la historia de la cultura mexicana en lo general y del periodismo
en particular. Filosos en palabra y pluma, en veces despiertan respeto y, no
pocas, temor.
En el texto de Julio Scherer García desfilan los militares, su "dureza" y
cortedad de miras. Cada vez menos frecuente en civiles, la admiración por lo
militar "olvida" , detrás de la época sordina, que los ejércitos son las
estructuras más absurdas que existen. Negación total del raciocinio,
aplastamiento del individuo y culto por la destrucción son algunas de sus
características (y puertas para que el crimen organizado tienda sus cadenas).
Sé que suena más que paradójico que esto lo diga un mando militar del
EZLN que es, también, un ejército. Pero precisamente por eso nosotros
aspiramos a desaparecer. Pero esto ya lo he explicado en otras partes y no
quiero aburrirlo. De lo que ahora se trata en este libro es de un ejército, el
federal , como fuente de desestabilización.
A mi paso por el Heroico Colegio Militar y la Escuela Superior de Guerra,
pude ver que no es orgullo u honor lo que convierte al Ejército federal en un
ente cerrado, intocable e impredecible. No, es otro mundo, y su lógica
interna permite arbitrariedades que apenarían hasta al más corrupto de los
jueces (que hay muchos) del sistema judicial mexicano: un artículo en una
revista, tocando el tema de los derechos humanos de los militares
(impensable, pues se trata de "frías máquinas de matar"), le valió al general
Gallardo la prisión, el desprestigio y el hostigamiento cotidiano a su familia;
a quienes se negaron a cumplir las órdenes de asesinato dadas por los altos
mandos militares en enero de 1994, frente al alzamiento zapatista, les tocó la
muerte y el exilio forzado; quienes desaprobaron la activación de bandas
paramilitares en Chiapas, argumentando que el portar un arma implicaba
disciplina y responsabilidad, fueron desaparecidos; los que se alistaron
soñando defender a la Patria "si osare un extraño enemigo profanar con su
planta tu suelo" y se encontraron de pronto enfrentados a civiles, niños,
ancianos, mujeres y hombres, mexicanos todos, todos pobres, tuvieron que
huir a escondidas, implorando a esos mismos a los que atacaron que les
prestaran "ropa civil" y un guía para salir de la "zona de conflicto".
Si 1968 debió esperar 30 años para que la ilógica lógica militar mostrara su
arbitrariedad desestabilizadora, en 1999 publicaciones honestas (que las hay)
dan cuenta cotidiana de atropellos y crímenes impunes, perpetrados con los
únicos argumentos de un uniforme verde olivo y un arma. En pocas
palabras un estado de sitio originalmente destinado al sureste mexicano,
extendido después a Jos pueblos indígenas de todo el país, e invadiendo ya
las ca1Ies de las ciudades.
Diga si no, mientras el gobierno argumenta que la presencia masiva militar
en Chiapas es para evitar la desestabilización, un rápido recuento de los
hechos de los últimos dos años muestra al Ejército federal como la causa
principal de la desestabilización y el deterioro en el sureste mexicano. Ahí
donde aparecen los federales, suben las tensiones y se desatan los conflictos.
Desde que el señor Zedilla 11egó a Los Pinos de la mano de Jos asesinos de
Colosio, el Ejército federal ha roto el cese al fuego cuando menos en tres
ocasiones: en febrero de 1995 (saldo: 5 muertos zapatistas y un coronel y 10
de tropa del Ejército federal muertos en combate); en junio de 1998 en El
Bosque (saldo: 8 zapatistas ejecutados después de haber sido tomados
prisioneros por militares), y en agosto de 1999 en San José La Esperanza
(saldo: 2 zapatistas heridos de bala y 8 militares "golpeados con piedras y
palos"). ¿Los secretarios de Gobernación? Moctezuma Barragán (alias
Guajardo) en 1995, Francisco Labastida (alias El Suavecito) en 1998, y
Diódoro Carrasco (sin alias todavía) en 1999. Con Chuayffet el
enfrentamiento siguió el camino de los paramilitares y "regaló a la historia
mexicana una de sus páginas más vergonzosas y humi11antes: la matanza de
Actea] en diciembre de 1997.
Además del ataque militar de los federales , todos estos actos
desestabilizadores tienen un común denominador: Ernesto Zedilla Ponce de
León.
Sí don Alberto, lejos de garantizar el orden interno, el Ejército federal ha
sido una causa importante de desorden y desgobierno.
Pero volviendo a Parte de guerra, es imposible leer este libro sin la sombra
de este agosto-septiembre del 99. Imposible hacerlo "olvidando" la Chiapas
zapatista. Imposible leerlo sin tener presente no sólo la existencia del actual
movimiento estudiantil en la Universidad Nacional Autónoma de México,
también las obvias y grandes diferencias, pero sobre todo las no tan claras
similitudes. Este es uno de esos libros, de los que hay muy pocos, que se
deben leer muchas veces y descubrir en ellos nuevas palabras y silencios
nuevos (cosa que no será fácil pues la encuadernación es del modelo "úsese
y tírese") , según los agostos y septiembres que vayan gastando calendarios.
Pero, además de con el Movimiento Universitario de hoy y la Chiapas
rebelde, este libro se cruza con el Tirano Banderas en muchas páginas. Vea,
Don Alberto, el siguiente diálogo entre dos "periodistas" al servicio del
tirano:
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"¡Quién tuviera una pluma independiente! El patrón quiere una
crítica despiadada.
Fray Mocho sacó del pecho un botellín y se agachó besando el
gollete:
¡Muy elocuente!
Es un oprobio tener vendida la conciencia.
¡Qué va! Vos no vendés la conciencia. Vendés la pluma, que no es lo
IIDSmO .
¡Por cochinos treinta pesos!
Son los frijoles. No hay que ser poeta. ( ...)"
Ahora crúcela con éstas del texto de Monsiváis: "El gobierno desata una
campaña de prensa, radio y televisión contra los "subversivos" , y las
Explicaciones Patrióticas se desbordan" . (op. cit. p. 148). "En 1968, el
periodismo en México atraviesa por la experiencia mortecina de negar la
modernidad desde un "respeto a las instituciones" que ya poco o nada les
dice a los jóvenes y que por lo común se traduce al lenguaje del cinismo. ( ... )
El periodista, por lo común, está al servicio de los políticos, los únicos
lectores que se toman en cuenta, y mientras más declamatorio se muestra,
más corrupto resulta".( ... ) Eso explica el grito de "¡Prensa vendida!" en las
marchas , y la grotecidad de la desinformación". (p. 174) Y más adelante:
"En 1968, la televisión privada se niega a difundir las posiciones del
Movimiento. Se prodigan las calumnias y las llamadas al linchamiento
moral , los noticieros delatan la insignificancia numérica de las marchas" (p.
183).
El movimiento universitario de 1999 ha sufrido, como pocos movimientos
en los últimos años, una verdadera guerra de medios. Particularmente la
televisión privada (donde Televisa y Televisión Azteca se arrebatan entre sí
el "honor" de ser la columna vertebral de la ultraderecha en México) y la
radio, se esfuerzan hasta mucho más allá de la evidente complacencia del
gobierno. Con singular entusiasmo reparten calificativos como si fueran
muestras gratis de un nuevo producto: "Agitadores" , "subversivos" ,
"asaltantes" , "secuestradores" , "delincuentes" , "pseudoestudiantes",
"paristas" (para contraponerlo con "los estudiantes que sí quieren estudiar),
y, marcadamente, el ex priismo que les facilitó algún intelectual perredista:
"ultras".
Y en el sureste mexicano, los poderosos y sus sabuesos no se quieren quedar
atrás . Grandes cantidades de dinero, originalmente destinadas a las
comunidades indígenas, fluyen hacia los medios de comunicación en
Chiapas. Si el tono declamatorio de algunos "periodistas" fuera un referente
de la cantidad de dinero que recibieron, entonces podría entenderse por qué,
a pesar de todo lo que ha invertido el gobierno en el estado, poco o nada
llega a las comunidades. Buena parte se queda en las mesas de redacción y
en los bolsillos de "periodistas" que tienen particular fascinación por
transportarse en helicópteros del Ejército para cubrir "con toda objetividad"
lo que sucede.
Pasada la moda de las "deserciones" zapatistas, hay un nuevo tema: los
malvados estudiantes paristas de la UNAM han llegado a sembrar la
discordia entre las plácidas comunidades indígenas, tan tranquilas que
estaban, ergo, no hay que permitir que esos jóvenes "violen" la soberanía de
Chiapas (y lo paradójico es que es a los zapatistas a los que acusan de
separatismo). "O se van a la cárcel", declara completamente borracho el
Croquetas mientras Jos militares del cuartel de San Quintín le aplauden.
En la Chiapas de Zedillo-Albores, los ecos del 68 se actualizan y gritan los
ladridos de su patrón a los estudiantes que llegaron al poblado de Amador
Hernández. El "¡Fuera pinches extranjeros!" (porque en la Chiapas de
Albores todo el que no sea priísta es un "pinche extranjero") tiene su
antecedente en "¡Queremos Ches muertos!, gritaban y, como un eco enorme,
la multitud respondía: ¡Queremos Ches muertos! ¡Mueran todos los
guerrilleros apátridas!, volvían a gritar y la multitud respondió exaltada:
¡Mueran!". (En El Heraldo de México, 9 de septiembre de 1968. op. cit.
178).
Si Scherer y Monsiváis redescubren que fue un miedo histérico el principal
motor de la respuesta gubernamental al movimiento de 68, Agosto y
Septiembre revelan algo igualmente terrible: Zedillo y Albores, y prensa que
los acompaña, se convencen que un nuevo fantasma recorre las aulas
universitarias y las montañas del sureste mexicano: el antiMéxico. La
histeria al frente del gobierno federal y estatal.
Más dice el libro, y todavía más la realidad de este agosto de fin de siglo.
Este libro de Parte de guerra es casi tan bueno como La noche de
Tlatelolco, ese espejo roto que nos regalara hace años la hija de la princesa.
Pues sí, Don Alberto, ya se va agosto y ya se llega septiembre, la UNAM y
Chiapas le duelen ahora a flor de piel a este país llamado México. El
movimjento estudiantil universitario y la rebelión zapatista luchan esos
dolores. Tal vez no alcancen a aliviarlos, y apenas sirvan para sentirlos de
veras como lo que son: dolores de todos .. .
Leí por ahí que los libros sí le llegaron a tiempo y, tal vez, pudo usted
empacados en su maleta, pensando que después podría pintarle algunas
letras a esas palabras dibujadas.
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Vale Don Alberto. Salud y ¿sabe qué?, de la muerte lo que duele es que a
veces abraza a quien no debe.
Sup.
PD. Si necesita algo, avíseme para llevarle cuando yo me vaya. Sí le llevaré
Parte de guerra.
Se intetTumpe ahí la escritura. Pendiente, esperando su acomodo, una cita de
Parte de guerra queda sola: "La furia coaligada de políticos, empresarios,
obispos y medios informativos no disuade a los huelguistas, ni el miedo de
los padres de familia evita el vigor del Movimiento" . (p. 178).
Sobre la última frase, la vela da su parpadeo último y cierra su único ojo. Un
instante apenas . Una nueva llama ilumina momentáneamente la pipa y la
cara de la sombra sentada.
Imposible verle el rostro pues está de espaldas.
Y aunque de frente estuviera, este hombre es un sin rostro, uno más de los
que abundan en esta esquina de la historia.
Desde las montañas del sureste mexicano.
México, agosto-septiembre de 1999.
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Materia
-
Reflexión
-
Corrupción
-
Traición
-
Lealtad
-
Persona o institución mencionada
-
Excélsior
-
Proceso