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Extensión
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3 fojas
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Resumen
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Mensaje del Rector Juan Ramón de la Fuente el 15 de mayo de 2000, en el Palacio de Minería, con motivo de la celebración del día del Maestro.
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Tipo
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Comunicado
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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A LOS MAESTROS UNIVERSITARIOS*
Colegas Universitarios:
Aquí , en este Palacio, convertido con el tiempo en uno de los recintos más
significativos de nuestra Universidad, nos reunimos hoy para reconocer en voz
alta el trabajo generoso de quienes constituyen la esencia del quehacer
universitario.
Mi reconocimiento es absolutamente para todas las maestras y los maestros de
la Universidad; pero lo es mayor para aquéllos que han perseverado en la
docencia. Porque se puede incursionar en la cátedra como una experiencia
interesante, para satisfacer algunas inquietudes intelectuales o para compartir
genuinamente conocimientos y estimular en otros la avidez por el saber; pero
perseverar en la tarea, envejecer en la cátedra, es la ·prueba definitiva; es
muestra contundente de vocación, es la esencia personalizada de la mejor
tradición universitaria y de la vitalidad que la nutre y engrandece. Por eso,
esta Ceremonia, congrega a aquéllos que han cumplido 25, 35 y 50 años de
labor académica en la Universidad.
Quiero aprovechar este acto solemne para exponer algunas consideraciones
relativas a nuestra vocación magisterial y a los desafíos que debe sortear
nuestra institución, para garantizar en el futuro el cabal cumplimiento de
función tan principal.
Estamos a las puertas de una amplia y profunda reforma de la institución. Es
éste un momento propicio para concebir una nueva utopia universitaria
sustentada en nuestros valores académicos, para responder a las expectativas
que la sociedad mexicana ha depositado en nosotros. Es éste un momento en
el que el ejercicio de la crítica debe abrir paso a los proyectos viables y
pertinentes. Es éste un momento definitivo: ante los embates continuos de
quienes quieren destruir a la Universidad, es necesario orientar el esfuerzo
colectivo a la reconstitución que la institución requiere para salir adelante.
• Mensaje del Rector Juan Ramón de la Fuente el 15 de mayo de 2000, en el Palacio de Minería, con motivo
de la celebración del Dfa del Maestro.
Los tiempos que corren nos permiten hablar de "utopía" no como un proyecto
quimérico, ilusorio o irrealizable; sino como una importante referencia a los
anhelos que actúan como impulso de la imaginación proyectiva y de la acción
histórica de las comunidades. Porque en la Universidad, como en el país
entero, no podemos avanzar sin la esperanza de construir un mundo y una vida
mejores; no podemos avanzar sin un proyecto razonable de futuro . Así es que
no sólo resulta conveniente, sino obligado, pensar en una nueva utopia
universitaria con el fin de convocar el concurso de todos los universitarios independientemente de sus identidades ideológicas y políticas- en un proyecto
reconstituyente de la Universidad, para que pueda afrontar exitosamente las
circunstancias que hoy amenazan con aniquilarla.
En ese sentido, y a reserva de las modificaciones que un diálogo
verdaderamente serio y sustancioso pueda sugerir en lo sucesivo, reitero mi
compromiso con un amplio proceso de Reforma de la Universidad, que sea
claramente participativo e incluyente, un proceso dentro del cual el Congreso
Universitario sea un hito, un punto de llegada de todos los esfuerzos de crítica
y diagnóstico, al mismo tiempo que un punto de partida de un movimiento de
renovación estructural y de actualización de los procesos concernientes a la
generación, transmisión y divulgación de los conocimientos que requerimos
los mexicanos en un mundo regido por el impulso -imposible de soslayar- de
la mundialización de la economía, de la política y aun de la cultura.
El Congreso habrá de ser un capítulo fundamental de la interminable historia por lo demás, inherente al ser mismo de toda universidad- de análisis criticas y
correctivos que concreten una redefínición de los compromisos de nuestra
institución con el saber, con el individuo y con la sociedad mexicana, en la
que todos ellos adquieren sentido.
Cre~ en una Universidad plenamente identificada con los principios que rigen
la v1da académica. Esto significa que en ella deben tener preponderancia la
búsqueda de la verdad, la formación científica y humanística de las nuevas
gene~aciones, la racionalidad, la creatividad, la crítica inteligente y la
autondad sustentada en el dominio de saberes y en la solvencia académica.
Todo ello debe estar por encima del empeño de individuos y grupos por
satisfacer sus intereses particulares o de perseguir propósitos políticos e
incluso económicos, comprensibles en entidades no universitarias, tales como
los partidos políticos o los grupos sociales organizados con fines políticos,
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pero totalmente ajenos al espíritu académico que debe prevalecer en la
Universidad.
Ciertamente la universidad de un país con un desarrollo desigual no puede ser
conformista; la universidad de un país que exige justicia no puede ser pasiva;
la universidad de un país independiente no puede ser sumisa; pero la
Universidad no puede involucrarse en las luchas políticas que sólo pretenden
desgastarla, desviarla de sus fines, hacerla presa fácil de sus enemigos y,
finalmente, destruirla.
Son falsas las proclamas que, abusando de la buena fe de unos y el interés que
pudieran despertar en algunos medios de comunicación, pretenden hacer creer
que la Universidad es un potencial foco revolucionario. Nada más erróneo.
Ahí donde esa vieja tesi s ha prendido, ni ha sobrevenido la revolución, ni ha
sobrevivido la Universidad.
Estoy convencido de que mejor cumple su función social una política
universitaria academicista -que no excluya por supuesto a nadie por razones
económicas o ideológicas- que una política universitaria populista que relegue
a un segundo plano lo académico, para privilegiar de manera unilateral
compromisos de partidos o de organizaciones afines. Si la universidad
académica deviene en una universidad militante, evolucionará,
indefectiblemente, a una universidad sometida.
Estamos, decía yo, en un momento definitivo. Es el momento de actualizar y
fortalecer nuestros principios y nuestros valores, junto con otros no menos
importantes, como lo son nuestro marco jurídico y la excesiva estructura
administrativa que con frecuencia entorpece también las tareas académicas.
Las modificaciones a nuestro marco jurídico deben ser la base de una
reconstitución de las instancias colegiadas y ejecutivas de decisión en la
Universidad. Creo en una Universidad más democrática, en la que se
conformen nuevos organismos representativos, participativos y eficaces,
superiores a los que actualmente rigen la vida institucional.
agilizar las estructuras burocráticas y de pie a una descentralización efectiva
de ese gran sistema que es la UNAM, cuyo gigantismo impide una
administración más eficiente y también más transparente.
Debo insistir una vez más: no se trata de fragmentar a la Universidad ni de
desarticulada, menos aun de anular su identidad de máxima casa de estudios
de nuestro país. Se trata de crear las condiciones para acometer con mayor
eficiencia los problemas generados por su propio crecimiento demográfico y
de lograr así, dos propósitos de suma importancia: facilitar una participación
más efectiva de la comunidad en la toma de decisiones y poner, de hecho, a la
administración al servicio de la docencia, la investigación y la difusión de los
beneficios de la cultura.
Es, pues, el momento de avanzar hacia la Reforma Universitaria a partir de
decisiones bien fundadas, de proyectos consistentes y de los valores y
principios que nos identifican como universitarios, como miembros de esta
Universidad.
En la impostergable tarea de poner en marcha la Reforma Universitaria, el
profesorado está llamado a jugar un papel preponderante. No me cabe la
menor duda de que nuestros profesores estarán, una vez más, a la altura de tan
importante iniciativa, aportando sus ideas, sus experiencias y sus propuestas.
En la medida en que los cambios jurídicos, estructurales y administrativos
definan los límites y los términos de su participación en la nueva dinámica de
la institución, es de esperarse que nuestros profesores desempeñen una
función primordial en el proceso de construcción de esa nueva utopla
universitaria.
En la Reforma que se avecina, el más importante objeto de nuestras
preocupaciones y de nuestros análisis críticos, es la propia función docente.
Debemos cuestionamos cómo debe entenderse el trabajo de enseñar, formar y
educar, en el contexto de una Universidad como la nuestra, en un país y en un
mundo como los actuales.
La complejidad de las estructuras y los procesos relativos a la docencia, la
investigación, la difusión de la cultura y la administración, han rebasado en
muchos aspectos la capacidad de las estructuras contempladas en nuestro
marco jurídico vigente. Por eso, junto con los cambios legales necesarios,
debemos pensar en una reorganización administrativa radical, que permita
Frente al desarrollo imponente de las nuevas tecnologías, no podemos olvidar
que educar es mucho más que proporcionar información. Educar es formar
personalidades, constituir a los sujetos éticos y políticos que habrán de
asimilar y digerir todo un orden cultural y moral en el que los conocimientos
adquiridos en la Universidad tengan una pertinencia y un sentido. Educar es
forjar seres humanos sensibles, autónomos, críticos, creativos, comprometidos
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con la comunidad a la que pertenecen, aptos para enriquecer y darle
continuidad a la tradición cultural en la que están inmersos. Eso y mucho más
es lo que han hecho las maestras y los maestros de todos los tiempos en
nuestra Universidad y en ello estriba, precisamente, que la vitalidad de nuestro
profesorado continúe latiendo con fuerza, abriéndole paso a nuestra institución
hacia el futuro .
Estimadas maestras y maestros:
Hoy más que nunca está en sus manos la grave responsabilidad de conjurar la
posibilidad de que la crisis de la Universidad, al perpetuarse, la lleve a su
destrucción. Hoy más que nunca está en sus manos la posibilidad de evitar
que se apoderen de la Universidad los fundamentalismos más peligrosos, los
que son incapaces de articular sus intereses con propuestas, porque no
pretenden llegar a compromisos sino alargar indefinidamente los conflictos;
los que al carecer de contenido manejan un discurso con funciones meramente
expresivas, que acompaña con frecuencia a los hechos de violencia inusitados
que hemos experimentado, porque sólo acrecentando la polaridad pueden
mantener una identidad.
Hoy, Día del Maestro, tengo el honor de dirigirme a este nutrido y distinguido
grupo de colegas para compartir con ustedes estas reflexiones, pero sobre
todo, para ofrecerles mi mayor reconocimiento; para reiterarles mi convicción
de que la solidez y profundidad de la Reforma Universitaria están garantizadas
por la calidad académica y moral de todos y cada uno de ustedes. Los exhorto
con ello a que ahonden su participación en este proceso, cuyos alcances
históricos son previsibles, integrándose con toda su capacidad, toda su
vocación y todo su compromiso a las acciones que preparen el camino para
realizar exitosamente el próximo Congreso Universitario, en que la
Universidad ha cifrado sus esperanzas, tan utópicas como alcanzables.
"POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU"
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