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Extensión
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1 foja
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Resumen
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Ante una crisis económica, el gobierno mexicano, liderado por López Portillo y Silva Herzog, enfrenta críticas por su gestión y medidas temporales. Se buscan soluciones inmediatas, persiste la preocupación de que estas decisiones solo profundicen el problema..
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Tipo
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Artículo periodístico
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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POR MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA
Oí de un secretario de Estado, en el ojo
del huracán ~esde hace meses, la siguiente
metáfora (de cuyos ribetes acaso -literarios
soy, sin embargo, responsable) para instar a
los mexicanos a admitir el realismo en la
operación de la economía nacional:
Durante la guerra de Intervención francesa, dentro de una ciudad sometida por el
invasor a sitio, los tres generales mexicanos
que comandan las tropas asediadas se
reúnen para proponer qué hacer frente al
enemigo.
Habla el primero, audaz y arrojado, y
propone intentar romper el cerco, a todo
costo, a sangre y fuego, -como se decía
entonces- y más tratándose de un episodio
bélico. Y si se fracasa en el empeño, añade,
y el enemigo entra en la ciudad, hay que destruirla toda, después de resistir
hasta el último hombre, de tal manera que los franceses resulten dueños de
un cementerio, de un campo de desolación. Que les cueste cara su victoria,
finaliza.
Prudente y cauteloso, el segundo general, por lo contrario, se afirma
partido de la rendición. El costo humano y material de resistir hasta el último hombre y hasta el baluarte final, razona, sería excesivo. Si caemos prisioneros, siempre podemos evadirnos para reiniciar la lucha, ofrece; y no
causaremos a nuestros compatriotas que viven en este lugar ·el daño inmenso
de su destrucCión. Con vistas a rehacernos y reemprender la lucha así las
condiciones no sean tan infortunadas como lo son hoy, rindámonos, propone
conmovido a sus compañeros.
Calla el tercero. Hasta que su silencio, prolongado, empieza a causar
una cierta molestia en los comandantes, que espéran la opinión que refuerce
una de las dos vertidas antes, y en medio de las cuales no parece poder escogerse otra. Pero se engañan, porque después de meditar, y hacer notar que
medita, el tercer general propone, simplemente:
-Hay que considerar que bs franceses no existen, que nó están allí
afuera, y ya.
Y eso hemos hecho como sociedad y como gobierno, reflexionó grave el
secretario, ya entonces y hoy con mayor razón en el corazón de las tormentas. Hemos preferido el tercer camino, la vía escapista de considerar que los
franceses no existen, que no están allí asediándonos. A base de engaños
recíprocos, la sociedad y el gobierno fueron paulatinamente construyendo
un mundo irreal que debemos romper. La conclusión de este proceso de
aproximarnos a la realidad deberá ser admitir que este es un país pobre, que
debemos vivir como pobres, aunque nos cueste trabajo porque llegamos a
considerar que somos ricos, -y no es así.
El gobierno al que ese distinguido funcionario pertenece se ha empeñado en las últimas semanas en hacer verdad lo que de éste oí. Si$temáticamente, en las últimas semanas, (si bien con un énfasis sólo mayor,. más acentuado
que en los últimos meses) se ha empecinado en hacernos saber que somos
pobres. Y lo ha logrado magistralmente. Hoy ya nadie lo duda. Tanto cundió
la sensación de empobrecimiento generalizado, que aún los tenedores de dólares a los que se les devolvieron o devolverán pesos, se sintieron, el viernes
13 cuando acudieron los bancos a su ritual, scroogeano, macpatiano, de recontar las ganancias del día, como si hubieran s!do estafados por el gobierno.
Y la verdad, obviamente, es que no fue así. Fíjese usted. El gobierno les
había dado a ganar, en sólo una semana, poco más de veinte pesos por cada
a
10
dólar, sin contar los centavos que cotidianamente engrosaban sus ·cuent8$.
No se trata, además, de personas pobres. Para abrir un depósito de dólares se
requería un mínimo de dos mil billetes verdes. En unas horas, .quienes
canjearon cien mil pesos por esa cantidad tuvieron de pronto algo así como
ciento cuarenta mil pesos. Una tasa de interés de cuarenta por cien~o en tan
breve lapso no ha sido ideada ni por los genios financieros del señor Reagan,
que vaya que las ha hecho subir).
Pero si hasta lo5 ricos y los gananciosos sienten que el realismo es como
esos medicamentos que nos dicen van a curarnos, pero mientras tanto producen jaqueca, mareos y gastritis, de tan fuertes que son, no se requiere un
gran esfuerzo para imaginar los efectos de ese realismo en los pobres empobrecidos.
Porque siempre es posible tener menos. Aún los que no tienen nada,
aunque parezca paradójico, pueden resultar empobrecidos. Porque quien
nada tiene, un desempleado crónico por ejemplo, o un pordiosero, acude a la
ayuda de los demás, para no morir de hambre o de frío. Quien está e!l condición, así sea mínima de asistirlo, lo hace sobre sus propios márgenes de
ahorro, así sean sumamente estrechos. Donde come uno comen dos~ deci~
mos, o proponemos ponerle más agua a los frijolitos. Pero cop el-realismo
económico, muchos unos ya no comerán, y por lo tanto, no lo harán·tainp~
muchos doces. Y el agua y los frijolitos costarán más caros, por lo que ya no
se podrá aumentar su volumen a voluntad.
El efecto máS atroz del realismo económico es el desempleo, sin embargo. No es ni siquiera la reducción de los consumos, que hasta puede resultar
saludable en ciertos estratos de la sociedad donde la publicidad los ha distorsionado. En cambio, perder el empleo, o no encontrar uno porque las empresas quiebran, reducen su personal, no se expanden, o sólo encuentran financiamiento carísimo para iniciar operaciones, y por lo tanto no lo hacen, milita no sólo contra la satisfacción de las necesidades materiales, sino contra la
idea misma de que el hombre se realice por medio del trabajo, encuentre en
él una de sus gratificaciones y se distinga así de la Naturaleza.
Con frialdad se ha dicho que el realismo· tendrá, tiene ya como consecuencia hacer un saneamiento de la economía pública y privada, porque todo aquel que no sea competitivo saldrá del mercado, y poblarán el país sólo
empresas eficientes. La idílica visión de un régimen así, donde el management rinda sus óptimos frutos, se rompe, sin embargo, por la sombra del
ejército industrial de reserva, los miles, millones de casos de hombres sin
empleo, sin destino, que pulularían alrededor de las bien amuralladas
empresas, acudiendo todos los días al comienzo de los turnos, por si hay faltistas a los cuales suplir, y regresando a la casa cuando no ha habido trabajo
a rumiar los efectos del realismo.
A partir de esa imagen, de ese panorama, habría que pensar en los necesarios límites del realismo económico. Llevada a sus últimas consecuencias,
esta brillante doctrina, tan necesaria para poner orden en una economía tan
quebrantada, conduce al imperio de la ley de la selva. En la guerra zoológica, en efecto, donde toda regulación es impensable, el pez grande se come a}.
chipo. En la guerra social, en los países capitalistas, los ricos dominan a los
pobres, ,y los hacen per-ecer: Cuando en estos países el Estado se ~rige en ár_bitro para regular el conflicto social, son lps ricos los que se oponen, porque
de la falta de regulación derivan su ganancia. Por eso, aunque paguen costos
porque el realismo los .afecta también, son los que tiene~ los que más gritan.
Hace falta, entonces, no ser tan realistas. Un poco de economía social,
por 'ejemplo, no haría daño, aunque no sea tan realista. Lo contrario del realismo no es necesariamente la fi~ión. En economía, lo contrario del realismo
puede ser, por ejemplo, la justicia, que se parece poco a las condiciones realistaS implantadas ahora. Y haría falta, también, un poco de ensoñación. Ni
siquiera en los peores mo,r,ntns de las peores crisis pierde el hombre su capa-
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de woar.
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Materia
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Sexto informe presidencial
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Crisis económica
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Política económica
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Fuga de capitales
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Deuda externa
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México
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Reformas estructurales
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Persona o institución mencionada
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José López Portillo
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Jesús Silva Herzog
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Gobierno mexicano
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Secretaría de Hacienda
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Congreso de la Unión
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Sociedad mexicana Estados Unidos
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Empresas mexicanas
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Pueblo mexicano
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Administración pública