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Extensión
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7 fojas
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Resumen
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Las elecciones en Chihuahua y Michoacán en 1992 mostraron la influencia del PRI mediante prácticas como la manipulación electoral y el clientelismo con PRONASOL. en Michoacán, el presidente Salinas reforzó el apoyo al PRI, mientras que en Chihuahua, el PAN intentó recuperar influencia, aunque el PRI mantuvo su dominio. La polarización política y la contienda bipartidista fueron evidentes..
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Tipo
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Borrador
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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especial para El Norte, edición del 12 de julio de 1992
Chihuahua y Michoacán: hacia
dónde sopla el viento electoral
miguel ángel granados chapa
Las condiciones en que se hoy se desarrollan las
elecciones en esas dos entidades reflejan, según se perciba
la situación en Chihuahua o en Michoacán, una mejoría en la
legislación y la administración
electoral, o una clara
persistencia del marco tradicional en esa materia,
caracterizado por la inequidad en el juego partidario y el
favoritismo gubernamental en pro del PRI.
En Michoacán se traspasaron los límites de esa
desigualdad.
En una acción insólita, el presidente Salinas
difundió por radio y televisión un mensaje a los michoacanos,
en la semana previa a las elecciones. Dos fueron las líneas
de su discurso, coincidentes coma a coma con la propaganda
priísta, por lo que se convirtió en una acción más de
campaña: donde hay paz hay progreso; y la inversión social ha
beneficiado directamente a ese estado, pues pasó de uno a
cinco billones de pesos. La primera fórmula es irreprochable,
salvo porque se inserta en un entorno donde significa que la
paz (y por ende el progreso) sólo es posible donde no
gobierna la oposición, es decir el PRD.
En Michoacán esa manipulación fue abrumadora. Su eje fue
la acción de Pronasol, que incrementó su gasto en la entidad
en tasas mayores que las de su aumento nacional: en 1990
dedicó a ese estado 132 mil millones; en 1991 fueron 252 mil
millones, y se programó para 1992 un monto de 41S mil
millones. Si las inversiones se realizaran mecánicamente
conforme al calendario, al momento de realizarse las
elecciones ya se había aplicado una cantidad similar a la de
todo el año anterior. No es que Pronasol gaste sólo en los
lugares donde gobierna el PRI, para significar la diferencia.
Al contrario, lo hace también en municipios de influencia
perredista, donde debilita la a menudo frágil voluntad
contestataria de los ayuntamientos cardenistas, y practica el
clientelismo ante una población que por pura nobleza contesta
con gratitud expresada en las urnas. Sin duda, uno de los
factores de la deslumbrante recuperación electoral del PRI en
Michoacán radica en los dineros de Solidaridad: en 1988 hubo
1S2 mil votos priístas, frente a 347 mil para el cardenismo.
En las dos elecciones (la legislativa y la municipal) del año
siguiente, cuando no rendían por entero sus frutos esas
inversiones, pero en una progresión evidente, los sufragios
priístas crecieron a 186 mil y 227 mil, respectivamente
(mientras que el debutante PRD, ya no el Frente Democrático
Nacional, obtuvo 16S mil y 224 mil). Pero el salto, en dos
años, observado en las elecciones federales de 1991 fue mucho
más grande y espectacular que el brinco que salvó la vida a
Tonatiuh Alvarado en la Noche Triste de los españoles: con un
crecimiento de más del ciento por ciento, el PRI llegó a SOS
mil votos, y con eso recuperó una de las dos senadurías
perdidas tres años atrás, y ganó las trece diputaciones, doce
de las cuales habían quedado en manos del FDN en 1988.
Aunque hubo cinco candidatos a la gubernatura en
Michoacán, en realidad se enfrentaron sólo dos fuerzas, la
del PRI y la del PRD. Acción Nacional contó en ese estado con
presencia tal que fue michoacana la primera alcaldía ganada
por ese partido, en 1946, y a menudo hubo diputados oriundos
de esa entidad en las ralas representaciones panistas en el
Congreso hasta antes de que se iniciara la representación
proporcional. Pero la polarización que arranca de 1988 dejó
al PAN en condición marginal, por lo que la candidatura de
Fernando Estrada Sámano fue más bien simbólica. Durante casi
todo el proceso, la equidistancia que el panismo pretende
respecto del PRI y el PAN, a los que identifica en sus
defectos, lo condujo a cohonestar acciones electorales, pero
no se sumó acríticamente a la manipulación: junto con el PRD
rehusó firmar el pacto de civilidad que los partidos
gubernamentales prohijaron como arma de propaganda, y su
dirigente nacional declaró formalmente que no advertía en
Michoacán condiciones para unos comicios limpios.
Los candidatos de cartoncillo creados por el PRI para
sembrar confusión y eventualmente hasta para restar votos al
PRD fueron dos ex diputados cardenistas, que se pasaron con
armas y bagaje al otro lado: Luis Coca se presentó por el
PARM, el partido comodín que postuló como candidato a
alcalde, en 1989, a Arturo Martínez Nateras, el singular ex
militante comunista que, luego de figurar en la lista de
candidatos priístas al Congreso en 1 989, reconoció su
filiación pronasolista y actúa como dadivoso funcionario de
ese programa, precisamente en Michoacán. Octaviano Alanís,
por su parte, renunció al mando estatal perredista y a su
afiliación, y fue de inmediato bienvenido al Partido del
Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, quien lo hizo
su candidato luego de que Alanís se inconformó ante la
candidatura de Cristóbal Arias, por el PRD.
Este ocupó tres cargos que le dieron amplia proyección
estatal: líder del PRI y secretario de gobierno durante el
mandato de Cuauhtémoc Cárdenas, fue después senador
disidente. Enfrentado durante tres años con el otro senador
perredista, Roberto Robles Garnica, y sin poder reconstruir
durante su campaña la unidad de su partido (sólo 26 de los 52
ayuntamientos perredistas, por ejemplo, pidieron la salida de
las tropas de sus territorios, a tono con lo demandado por
Cárdenas mismo en la víspera de los comicios), Arias pudo
haberse benef i ciado del contraste que ofrecía respecto al
candidato priísta (menos priísta que él mismo, según se decía
entre broma y veras) . Eduardo Villaseñor, en efecto, llegó a
la política apenas hace un trienio, cuando ganó la alcaldía
de La Piedad. Sin consenso en el priísmo (cuyo sector
participante apostaba en favor de otros precandidatos, como
el secretario de gobierno Ausencio Chávez o el senador Vítor
Manuel Rubí) y ni siquiera en el empresariado (porque algunos
compañeros suyos objetan el modo en que obtuvo su fortuna), y
sin atributos persona l es apropiados para una candidatura en
condiciones difíciles , Villaseñor fue apuntalado con una
vigorosísima, y onerosa, campaña electoral. Adueñado el PRI
de las posibilidades de difusión, ha obrado el milagro de
que, conforme lo midió una encuesta de
Este País, los
ciudadanos lo tuvieran como más conocido y más ducho en las
artes de gobierno que a Arias.
En Chihuahua el panisrno se levantó de una postración que
lo había llevado en 1989 a su cota electoral más baja en la
última década. En 1983 y 1985 Acción Nacional se confirmó
corno la segunda fuerza electoral en el estado donde naciera
su fundador, don Manuel Górnez Morín, pero con clara vocación
de gobierno. Al iniciarse el gobierno de De la Madrid, el PAN
ganó los ayuntamientos de las principales ciudades (la
capital, a cuyo frente estuvo don Luis H. Alvarez, y Ciudad
Juárez, con Francisco Barrio). En 1985, al refrendar esa
posición ganando cinco diputaciones federales, el panisrno
obtuvo 176 mil votos, que se convirtieron en 232 mil
reconocidos en 1986. Ese año fue el de la fragorosa primera
batalla de Barrio por la gubernatura. A pesar del arrastre
que en el norte produjo la candidatura presidencial de
Clouthier, la frustración por el fraude perpetrado contra el
PAN hizo que su votación descendiera en 1988, a 197 mil
votos, y que cayera en las elecciones municipales del año
siguiente a 145 mil. El PRI recuperó entonces las alcaldías
en manos panistas, y se reafirmó corno partido dominante en
1991: se quedó con la senaduría y todas las diputaciones al
alcanzar 414 mil votos contra 229 mil del PAN . Cuando hizo
que Fernando Baeza fuera proclamado gobernador, el partido
gubernamental se atribuyó 378 mil votos, mientras que también
había caído, en las escuálidas elecciones locales de 1989, a
281 mil votos.
Como en Michoacán, en Chihuahua los comicios de hoy
resultaron de una contienda bipartidista. Si bien hubo cuatro
candidatos, contaban principalmente los del PRI y el PAN.
Jorge García Chávez, un abogado de vieja militancia en la
izquierda, fue postulado por el PRD, más para hacer
proselitismo que por una verdadera posibilidad de triunfo. Lo
apoyó (como hizo en Michoacán con Arias) el Partido Popular
Socialista. El mimético PARM, que adquiere la forma de lo que
lo rodea, se alió con el voluble Comité de Defensa Popular
(que en cada elección se coaliga con fuerzas diversas y aun
antagónicas) y dio su exiguo apoyo al ex diputado Rubén
Aguilar. El Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción
Nacional fue instruido para que se sumara a la candidatura
priísta, que recayó en el alcalde de Ciudad Juárez, Jesús
Macías.
Como Villaseñor en Michoacán, Macías es también novato
en la política (lo que no era frecuente en postulaciones
priístas) . Su antecedente más remoto no ha sido una buena
carta de presentación, pues actuó como tesorero en la campaña
para diputado de Miguel Lerma, que está prófugo de la
justicia por malos manejos en el Banrural, del que fue
subdirector . Tan claramente percibió el partido gubernamental
que Macías era una carta débil que enfatizó su organización
electoral, para disponerse a ganar aun en contra de su propio
aspirante.
Barrio, en fin, que desde antes de la jornada electoral
se avizoraba como el tercer gobernador explícitamente
panista, el segundo a partir de elecciones, corona su segundo
magno esfuerzo en med i o de una tragedia. La muerte de su hija
Judith, fallecida en campaña a pesar de su corta edad, es un
precio muy alto para pagar el cual, además, no se le pidió
consentimiento. Acción Nacional fincó en la personalidad de
Barrio (que como Arias en Michoacán atemperó las vehemencias
que lo hicieron conoc i do, y adquirió la prudencia que el aire
de los tiempos reclama) sus posibilidades de éxito. Pero las
reforzó con una organ i zación y un sistema de información que
son imprescindibles para ganar y probar que se ha ganado.
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Materia
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Legislación Electoral
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Desigualdad Electoral
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Manipulación Electoral
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PRONASOL Michoacán
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Clientelismo Político
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Polarización Política
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Campaña Electoral
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Contienda Bipartidista
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Persona o institución mencionada
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Salinas
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PRI
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PRONASOL
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Luis Coca
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Cristóbal Arias
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Eduardo Villaseñor
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Manuel Gómez Morín
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Luis H. Alvarez
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Francisco Barrio