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Extensión
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7 fojas
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Resumen
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El texto analiza la reflexión de Sor Juana Inés de la Cruz sobre la culpa en la prostitución y compara con eventos actuales, como el asesinato de Gilberto Huerta Fuentes por el procurador José Franco Villa y la invasión al Palacio Legislativo. También menciona la represión de movimientos disidentes y la manipulación política en Michoacán..
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Tipo
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Borrador
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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espec1al para El Norte, edición del 22 de agosto de 1993
¿y quién es más de culpar?
miguel ángel granados chapa
Aunque citarla es un lugar común, estudiamos menos a
Sor Juana Inés de la Cruz de lo que merece. La fuerza de
sus palabras causa la paradoja de que reparemos más en la
forma que en la sustanc1a de lo que dijo, y en la
circunstancia de que lo dijo a contrapelo de la sociedad en
que le correspondió vivir.
Sus célebres redondillas, su texto más conocido y
repetido, revelan un conocimiento profundo de la condición
humana, de sus paradojas, de sus contradicciones. Donde
quiera que detengamos la mirada, y la conciencia, en esos
versos hallamos fórmulas aplicables hoy, interrogaciones
que tienen vigencia en esta hora. Por ejemplo, la monja
Jerónima se pregunta~ ''¿y quién es más de culpar,/ aunque
cualquiera mal haga/ la que peca por la paga/ o el que paga
por pecar?''. No tiene necesidad Sor Juana de hacer
explicita la respuesta. Basta con el enunciado de las
conductas que en síntesis presenta, para saber que la culpa
en el negocio de la prostitución no se reparte por igual,
pues en el caso de la mujer que se vende, hay una
necesidad, mientras que hay una concupiscencia en quien la
contrata.
Hemos traído a nuestra mente a Sor Juana ante noticias
sobresalientes de la semana que hoy termina. Por un lado,
la actuación de un fiscal especial, que no está dedicado
habitualmente a ese oficio, sino que lo aceptó por razones
políticas, ha conducido a una conclusión que debería haber
provocado un escándalo. Un procurador de justicia estatal,
en el ejercicio de su cargo, ordenó la muerte de un ex
funcionario, y se valió para ello de reecursos juridic os y
materiales, y de personal y equ1po de los que disponía en
función de su cargo. Si bien apenas se le in1cia proceso,
que es el camino establecido por la ley para arribar a la
verdad judicial, ya es mucho que el ministerio público y un
juez federal hayan coincidido en que hay elementos
suficientes para suponer que en efecto incurrió en la
conducta descrita. Por aRad1dura, la motivación de los
crímenes de que se le acusa es la intolerancia política, la
venganza porque la víctima incurrió en el terrible delito
de participar en un movimiento de disidencia política. El
otro acontecimiento es el de la invasión del Palacio
Legislativo de San Lázaro en la ciudad de México. Allí si,
la indignación ciudadana se ha hecho manifiesta en la
condena al hecho. Y aqui es cuando nos preguntamos quién es
más de culpar, si una turba, como se la llamó oficialmente,
que se excedió en una forma legítima de protesta (y en el
exceso incurrió en la ilegalidad), o funcionarios que
desvían el aparato del Estado hacia el rumbo exactamente
opuesto al que debe dirigirse. Aunque cualquiera mal haga.
es claro que no pueden ser equiparables los comportamientos
de los colonos que allanaron un local que por su naturaleza
es público, y rompieron cristales y pintarrajearon paredes,
y los del ex procurador de justicia de Michoacán, José
franco Villa y el segundo comandante de la pol1cia judicial
de ese estado, Víctor Manuel Huerta Carrillo, que dio
aquél-- y recibió --éste--la instrucción de ases1nar.
Juzgue usted mismo, lector:
El relevo de gobierno en M1choacán, en 1986, adquirió
características traumáticas. Al ingeniero Cuauhtémoc
Cárdenas~ que había dado se~ales de una peligrosa
inclinación al nacionalismo revolucionario cuando esa
tendencia histórica mexicana estaba a la baja, lo reemplazó
el ingeniero Luis Martínez Villica~a, que resolvió
agradecer su intempestiva elevación a la Secretaría de la
Reforma Agraria y a la gubernatura michoacana dando muestra
de una fidelidad extremosa hacia el Presidente Miguel de la
Madrid.
Apenas recibió el gobierno, el 16 de septiembre,
iniciO una cacería de cardenistas. Y la intensificó luego
de que el primero de octubre se publicó la declaración
número uno del cardenismo michoacano, pie fundador de la
Corriente Democrática, y en consecuencia antecedente del
Frente Democrático Nacional y del Partido de la Revolución
Democrática. La lista de los firmantes era un suculento
manjar para un ánimo perseguidor. En esa lista figuraba
Gilberto Huerta Fuentes, que había concluido un cuarto de
siglo al servicio de la policía judicial y se habia
retirado con el cargo de subdirector del propio cuerpo.
Por alguna razón que quizá se conozca pronto, Huerta
Fuentes figuró entre los esogidos para la persecusión. En
Ario del Rosal ocurrió el 9 de noviembre de 1986 una
evasión de más de treinta presos, y José Franco Villa, el
procurador de jmusticia, discurr1ó que atribuirle la
organ1zación de tal fuga colectiva a Huerta Fuentes era una
buena ocasión para causarle da~o. Fraguó, con la
complicidad de funcionar1os de tan alto n1vel como el
presidente del Supremo Tribunal de Justicia, una
averiguación previa y una orden de aprehensión. que él
mismo llevó a Apatzingán. donde estaba destacamentado el
segundo comandante de la policía judicial Huerta Carrillo.
Le entregó la orden de aprehensión~ pero le dio
instrucciones de 1r más allá.
Como resultado de la orden, Huerta Carrillo y dos
subordinados suyos fueron de Apatzingán a Morelia, y el 22
de noviembre intentaron detener a Huerta Fuentes. Este
opuso resistencia. pero fue herido y capturado. La orden
fue. a su vez, reiterada~ y el ant1guo subdirector de la
judicial michoacana quedó en un camino secundario, fuera de
Michoacán~ en territorio gunajuatense. A los cuatro
disparos que lo penetraron en el encuentro inicial, se
agregaron ocho balazos más~ incluido el tiro de gracia~
para rematarlo.
Los deudos de Huerta Fuentes, aunque tenían indic1os
para suponer que los asesinos eran agentes judiciales~
pidieron de todos modos al procurador Franco Villa que
investigara el caso. este los mandó con cajas destempladas.
Tanto, que la acción penal se ejerció casi un a~o después,
sin atribuirle la responsabilidad a nadie en particular.
Hasta que se ofreció la ocasión de matar dos pájaros de una
pedrada.
El dos de julio de 1988 fue asesinado Francisco Xavier
Ovando, que había sido procurador de justic1a en Michoacán,
y a la hora de su muerte era un cercanísimo colaborador de
Ciuauhtémoc Cárdenas. candidato presidencial de cuatro
partidos. Según lo denunció él mismo, Ovando había sido
hostigado por agentes judiciales, que llegaron a la
impudicia de amenazarlo, diciendo que podría seguir la
suerte de G1lberto Huerta Fuentes. Después de muchos meses,
el nombre y el caso de éste +ueron reavivados~ el 4 de
julio se dictó orden de aprehensión contra unos abigeos,
acusándolos de matar a Huerta Fuentes. dizque por venganza.
El seis de julio, Franco Villa remitió el expediente de
esos cuatreros a la Procuraduría del Distrito Federal.
sugiriendo que los mismos habían ultimado a Ovando también
(sin importar que se supiera que estaban presos en
Duadalajara). La Procuraduría capitalina aprovechó la
solución que le ofrecía y quiso dar por concluido, de ese
modo, el caso de Ovando, que sigue abierto, y cuya
investigación encargada a un fiscal especial permitió la
reconstrucción de la tenebrosa historia que acabamos de
narrar. El ex procurador Franco Villa está siendo
procesado, desde la semana pasada.
En un acto 1nstintivo, o de una gran
1rresponsabil1dad, cientos o miles de personas asaltaron el
miércoles 18 el Palacio Legislativo de San Lázaro. El 12 de
julio un número menor había intentado entrar, por la buena,
a escuchar las discusiones acerca de la legislacióin
inquilinaria. No se les permitió la entrada, la reforma fue
aprobada en su perjuicio, la combatieron con movilizaciones
callejeras. consiguieron que fuera demorada su v1gencia, y
ahora buscaban presionar para alcanzar la derogación de las
normas reformadas.
La presión física que ejercieron sobre la entrada del
recinto legislativo hizo que una enorme puerta de cr1stal
se rompiera y la muchedumnbre se precipitó hacia un enorme
loe al que, siendo suyo porque es la casa de sus
representantes, les es ajeno. Entre enardecidos y
juguetones, los invasores causaron destrozos,
pintarrajearon paredes, asustaron o encolerizaron a
leg1sladores, y finalmente se marcharon, luego de siete
horas de un happening estremecedor.
Con razón, ha llovido sobre sus cabezas el enojo de
una sociedad que, con razón también, teme a la violencia,
la eJerzan las autoridades o quienes protestan contra las
autoridades. Esos no son modos, fue el reproche más suave
que han recibido. Quizá la situación se empeore cuando se
dicten órdenes de aprehensión contra quienes aparezcan
culpables de vulnerar la soberanía del Congreso.
De cualquier modo, aun si fueron manejados por
intereses ajenos a los suyos propios, los invasores del
Palacio Legislativo encarnan al México bronco contra cuyo
despertar advirtió don Jesds Reyes Heroles. Su actitud nio
puede ser legitimada, entre otras cosas porque estaba
impregnada de 1neficacia. No podian conseguir lo que
buscaban apelando a esos medios. Pero tampoco podemos
soslayarla, pretendiendo que basta castigarla para que
desaparezca.
¿Quién, pues, es más de culpar, aunque cualquiera mal
haga?
espec1al para El Norte, edición del 22 de agosto de 1993
¿y qu1én es más de culpar?
miguel ángel granados chapa
Aunque citarla es un lugar común, estudiamos menos a
Sor Juana Inés de la Cruz de lo que merece. La ~uerza de
sus palabras causa la paradoja de que reparemos más en la
forma que en la sustancia de lo que diJo, y en la
circunstancia de que lo dijo a contrapelo de la soc1edad en
que le correspondió vivir.
LaS l!!;._,.. cé 1 ebt· es r··edond i 11 as, su te:-:to más conocido y
repetido~
revelan un conocimiento profundo de la condición
humana, de sus paradojas, de sus contradicciones. Donde
quiera que detengamos la mirada, y la conciencia, en esos
versos hallamos fó r mulas aplicables hoy, interrogaciones
que tienen vigencia en esta hora. Por ejemplo. la monja
jer·ónima se pt··equnta: "¿Y quién es rnás de culpar·./ aunque
cualquiera mal haga/ la que peca por la paga / o el que paga
por· pecat·'";•". No tiene necesidad ~)or· Juana dE:- hacer··
explícita la respuesta. Basta con el enunciado de las
conductas que en síntesis presenta, para saber que la culpa
en el negocio de la prostitución no se reparte por igual.
pues en el caso de la mujer que se vende, hay una
necesidad, mientras que hay una concupiscencia en quien la
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Hemos traído a nuestra mente a Sor Juana ante noticias
sobresalientes de la semana que hoy termina. Por un lado,
la actuac1ón de un fiscal especial, que no está dedicado
habitualmente a ese oficio. sino que lo aceptó por razones
políticas. ha conducido a una conclusión que debería haber
provocado un escándalo. Un procurador de justicia estatal.
en el eJerciclo de su cargo, ordenó la muerte de un ex
funcionario. y se valió para ello de reecursos juridic os y
materiales, y de personal y equipo de los que disponía en
función de su cargo. Si bien apenas se le inicia proceso~
que es el camino establecido por la le y para arribar a la
verdad judicial, ya es mucho que el ministerio público y un
juez federal hayan coincidido en que hay elementos
suficientes para suponer que en efecto 1ncurrió en la
conducta descrita. Por a~ad1dura. la motivación de los
crímenes de que se le acusa es la 1ntolerancia política. la
venganza porque la víctima 1ncurrió en el terrible delito
de participar en un movimiento de disidencia política. El
otro acontecimiento es el de la invasión del Palacio
Legislativo de San Lázaro en la ciudad de México. Allí sí.
la indignación c1udadana se ha hecho manifiesta en la
condena al hecho. Y aquí es cuando nos preguntamos quién es
más de culpar, si una turba, como se la llamó oficialmente,
que se excedió en una forma legítima de protesta (y en el
exceso 1ncurr1ó en la ileqalidad), o funcionarios que
desvían el aparato del Estado hac1a el rumbo exactamente
opuesto al que debe dirigirse. Aunque cualquiera mal haga,
es claro que no pueden ser equiparables los comportamientos
de los colonos que allanaron un local que por su naturaleza
es pdblico, y rompieron cristales y pintarrajearon paredes,
y los del ex procurador de justicia de Michoacán~ José
Franco Villa y el segundo comandante de la policía JUdicial
de ese estado, Víctor Manuel Huerta Carrillo, que dio
aquél-- y recibió --éste - -la instrucción de asesinar.
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El relevo de gobierno en Michoacán, en 1986, adquirió
características traumáticas. Al ingen1ero Cuauhtémoc
Cárdenas, que había dado seAales de una peligrosa
inclinación al nacionalismo revolucionario cuando esa
tendencia histórica mexicana estaba a la baJa, lo reemplazó
el ingeniero Lu1s Martínez Vill1ca~a. que resolvió
agradecer su intempestiva elevación a la Secretaría de la
Reforma Agraria y a la gubernatura m1choacana dando muestra
de una fidelidad extremosa hacia el Presidente M1guel de la
Madt-id.
Apenas recibió el gobierno, el 16 de septiembre,
inició una cacería de cardenistas. Y la intensificó luego
de que el pr1mero de octubre se publicó la declaración
ndmero uno del cardenismo michoacano, pie fundador de la
Corriente Democrática, y en consecuencia antecedente del
Frente Democrático Nacional y del Partido de la Revolución
Democrática. La lista de los firmantes era un suculento
manjar para un ánimo perseguidor. En esa lista figuraba
Gilberto Huerta Fuentes. que había concluido un cuarto de
siglo al servicio de la policía judic1al y se habia
retirado con el cargo de subdirector del propio .cuerpo.
Por alguna razón que quizá se conozca pronto, Huerta
Fuentes figuró entre los esogidos para la persecusión. En
Ario del Rosal ocurrió el 9 de noviembre de 1986 una
evasión de más de treinta presos. y José Franco Villa, el
procurador de jmusticia, discurrió que atribuirle la
organización de tal fuga colectiva a Huerta Fuentes era una
buena ocasión para causarle da~o. Fraguó~ con la
complicidad de funcionarios de tan alto nivel como el
presidente del Supremo Tribunal de Justicia, una
averiguación previa y una orden de aprehensión, que él
mismo llevó a Apatzingán, donde estaba destacamentado el
segundo comandante de la policía judicial Huerta Carrillo.
le entregó la orden de aprehensión, pero le dio
instrucciones de ir más allá.
Como resultado de la orden. Huerta Carrillo y dos
subordinados suyos fueron de Apatzingán a Morelia, y el 22
de noviembre intentaron detener a Huerta Fuentes. Este
opuso resistencia, pero fue herido y capturado. La orden
fue, a su vez, reiterada, y el antiguo subdirector de la
judicial michoacana quedó en un camino secundario. fuera de
Michoacán, en territorio gunajuatense. A los cuatro
disparos que lo penetraron en el encuentro inicial, se
agregaron ocho balazos más, incluido el tiro de gracia,
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los deudos de Huerta Fuentes, aunque tenían indicios
para suponer que los asesinos eran agentes judiciales,
pidieron de todos modos al procurador Franco Villa que
investigara el caso. este los mandó con cajas destempladas.
Tanto. que la acción penal se ejerció casi un a~o después,
sin atribuirle la responsabilidad a nadie en particular.
Hasta que se ofreció la ocasión de matar dos pájaros de una
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El dos de julio de 1988 fue asesinado Francisco Xavier
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a la hora de su muerte era un cercanisimo colaborador de
Ciuauhtémoc Cárdenas, candidato presidencial de cuatro
y
partidos. Según lo denunció él mismo~ Ovando había sido
hostigado por agentes judiciales~ que llegaron a la
impudicia de amenazarlo, diciendo que podría seguir la
suerte de Gilberto Huerta Fuentes. Después de muchos meses~
el nombre y el caso de éste +ueron reavivados: el 4 de
julio se dictó orden de aprehensión contra unos abigeos,
acusándolos de matar a Huerta Fuentes. dizque por venganza.
El seis de julio, Franco Villa remitió el expediente de
esos cuatreros a la Procuraduría del Distrito Federal,
sugiriendo que los mismos habían ultimado a Ovando también
<sin importar que se supiera que estaban presos en
Duadalajara). La Procuraduría capitalina aprovechó la
solución que le ofrecía y quiso dar por concluido, de ese
modo, el caso de Ovando, que sigue abierto, y cuya
investigación encargada a un fiscal especial permitió la
reconstrucción de la tenebrosa histor1a que acabamos de
narrar. El ex procurador Franco Villa está siendo
procesado, desde la semana pasada.
En un acto instintivo. o de una gran
irresponsabilidad, cientos o miles de personas asaltaron el
miércoles 18 el Palacio Legislativo de San Lázaro. El 12 de
julio un número menor había intentado entrar, por la buena,
a escuchar las discusiones acerca de la legislacióin
inquilinaria. No se les permitió la entrada, la reforma fue
aprobada en su perjuicio, la combatieron con movilizaciones
callejeras, consiguieron que fuera demorada su vigencia, y
ahora buscaban presionar para alcanzar la derogación de las
normas reformadas.
La presión física que ejercieron sobre la entrada del
recinto legislativo hizo que una enorme puerta de cristal
se rompiera y la muchedumnbre se prec1p1tó hacia un enorme
loe al que, siendo suyo porque es la casa de sus
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juguetones, los invasores causaron destrozos,
pintarrajearon paredes, asustaron o encolerizaron a
legisladores, y finalmente se marcharon, luego de siete
horas de un happening estremecedor.
Con razón, ha llovido sobre sus cabezas el enojo de
una sociedad q~e. con razón también, teme a la violencia.
la ejerzan las autoridades o quienes protestan contra las
autoridades. Esos no son modos~ fue el reproche más suave
que han recibido. Quizá la situación se empeore cuando se
dicten órdenes de aprehensión contra quienes aparezcan
culpables de vulnerar la soberanía del Congreso.
De cualquier modo. aun si fueron manejados por
intereses ajenos a los suyos propios, los invasores del
Palacio Leqislativo encarnan al México bronco contra cuyo
despertar ~dvirtió don Jesús Reyes Heroles. Su actitud nio
puede ser legitimada. entre otras cosas porque estaba
impregnada de inef1cacia. No podían conseguir lo que
buscaban apelando a esos medios. Pero tampoco podemos
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¿Quién, pues. es más de culpar. aunque cualquiera mal
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Materia
-
Prostitución
-
Asesinato político
-
Invasión legislativa
-
Corrupción judicial
-
Movimiento disidente
-
Cacería política
-
Venganza política
-
Protesta violenta
-
Reforma inquilinaria
-
Represión social
-
Persona o institución mencionada
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Sor Juana Inés de la Cruz
-
José Franco Villa
-
Víctor Manuel Huerta Carrillo
-
Cuauhtémoc Cárdenas
-
Luis Martínez Villicaña
-
Gilberto Huerta Fuentes
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Francisco Xavier Ovando
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Procuraduría del Distrito Federal
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Palacio Legislativo de San Lázaro