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Extensión
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2 fojas
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Resumen
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Se denuncia el asesinato de seis indígenas hidalguenses en Huejutla, a manos de una banda de mercenarios al servicio de terratenientes ilegítimos. Se reflexiona sobre la deshumanización que lleva a reducir estos crímenes a simples datos en lugar de reconocer el dolor y las historias personales detrás de ellos. Se menciona que este crimen ilustra la nueva actitud violenta de los propietarios de tierras, en un contexto de invasiones de tierras y disputas políticas en Hidalgo. Se advierte sobre la necesidad de investigar y abordar las raíces estructurales de la injusticia y la violencia contra los campesinos indígenas..
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Tipo
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Artículo periodístico
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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Campesinos Asesinados
¿Nuevo RUmbo en Hidalgo!
POR MIGUEL ANGEL GRANADOSCHAPA
mamzacwn en que frecuencia, son el único ca- adquiridas de cualquier moD todos
hemos caído re- mino que se abre a campe- do. Para protegerse de inUE~ q~,e
~
la deshu-
político. Pero. con mayor
los propietarios de tierras,
duzca el asesinato de seis
eres humanos concretos,
con historias personales,
con familia a su alrededor,
a mero dato para la información o el intento de análisis. Dolor por otra parte
farisaico -preciso es reconocerlo- pues ya los habíamos matado, mucho antes,
todos nosotros, y a millones como ellos. al mantenerlos al margen de la posibilidad de que realizaran a
plenitud su destino.
sinos cansados de esperar
justicia o pa-suadidos de
que ésta no obrará nunca a
su favor.
Usados por sus líderes,
abandonados por el gobier•
no, ahora los campesinos
sin tierras y sin esperanza
están a merced de los terratenientes. La decisión de los
de Huejutla parece ilustrar
con claridad la nueva, violenta, extrema actitud de
vasiones, o para ejemplarizar de tal modo que eviten
las ocupaciones, llegan al
ase !nato. Lo ocmTido en
la Huasteca hidalguense no
es el dato primero de este
feroz comportamiento.
S
*
EIS indígenas hidalguenses, a quienes ni
siquiera pudimos enseñarles la lengua que habla·
mos nosotros. a quienes
nunca pudimos comunicar·
les el amor en que muchos
de nosotros vivimos inmersos, hasta colmados, fueron
muertos en Huejutla. Hasta
donde se sabe, una banda
de mercenarios, al servicio
de terratenientes ilegítimos,
los últimó por considerarlos
culpables de un delito de
intención: los indios se proponían invadir predios pertenecientes por malas artes
a los presuntos autores intelectuales del múltiple asesinato, que nunca será sufí·
cientemente castigado, aun
si lo es en términos judiciales.
El crimen de Huejutla
favorece varias consideraciones. La primera tiene que · r
ver con el problema general •
de las invasiones de tierras.
He aquí un asunto tratado
a menudo con unilaterali·
dad culpable. Se condenan,
sin más, las ocupaciones de
hecho. Cierto es que algu·
nas veces sólo se efectúan
a modo de que quienes las •
conducen obtengan un botín
E
*
N términos más circunscritos al ámbito
hidalguense, será preciso deslindar la naturaleza
política de la agresión de
los terratenientes en relación ·con los aco~tecimien
tos de abril pasado. Se identifica a los instigadores del
crimen como miembros de
la camarilla del cacicazgo
que terminó formalmente
en ese mes. Su acción revela
que las raíces de la estructura feudal han quedado
intocadas, y que es pre·
ciso afectarlas. O prueba
que el coletazo de la bestia
herida de muerte ha demorado, pero se produjo al fin.
En tal caso, habrá que temer nuevos acontecimientos
de la misma índole, en otros
centros del poder caciquil.
La injusticia y la muerte
enderezadas contra campe·
sinos indígenas no ocurre
por vez primera en Hidalgo.
En las páginas de este pe·
riódico quedaron documentadas decenas de atropellos
auspiciados o tolerados por
el gobierno anterior. Por
l esa causa, 1os cnmenes
•
quedaron impúnes. Se antoja
necesario que hoy no ocu·
rra así. La sustitución de
un equipo gobernante por
otro no produciría por sí
misma la eliminación de la
injusticia prevaleciente, por.
que la clase política donde
unos y otros fueron reclu·
tados es la misma. N o tienen diferencias sustanciales
unos y otros. Lo que puede
distinguirlos, y justo es reconocer que en buena medida ya ha sucedido así, es
su actitud ante los derechos
ciudadanos. El curso que se
dé a la investigación y a
·.
EXCEI..4SIOR 7-A
Martes 5. de Agosto de 1975
Iztacalco y Huejutla
¡Duro con los Invasores!
POR MIGUEL ANGEL GRANADOS CHAPA
ADIE dirá que en este pafs no se cumple la ley, o no
se hacen respetar 106 derechos de los partiC'\¡llares.
¿Que los residentes de la zona e:A:propiada de Iztacalco se niegan a salir de allí, e impiden con ello florecimiento
de negocios que a lo peor no son tan privados? Pues :t
cercarlos con las fuerzas del orden, que para eso están. Y
si se pone difícil la situación, que 106 granaderos protejan
la destrucción de los precarios bienes allí asentados. sin importar que en el acto haya heridos y se ponga ten·or en
los ánimos.
¿Que los campesinos sin tierras, o despojados de ellas
en Huejutla se reúnen para ver de recuperar sus parcelas,
o de estimular la acción agraria que las dote de ellas?
Pues que los pequeños propietarios se armen y ataquen
y maten a los presuntos invasores. Mas \ale pre,·enir que
lamentar. No hay invasor más inocuo que el invasor
muerto. Luego, bastará un alegato en favor de la propiedad privada para que se vea cuán grave era la amenaza
, que se cortó de raíz con sólo unos muertos. Que además
eran pobres. E indios.
Hay información que muestra que lo de Huejutla ll(•
es un incidente casual. Tomo de un documento público
del Partido Socialista de los Trabajadores (en formación),
los siguientes datos: El 26 de mayo anterior, "guardia::.
blancas de latifundistas debidamente afillados a la Coalición Política Ganadera de la CNOP, asaltaron el poblado d.e
Teopancáhuatl. municipio de Ixhuatlán de :Madero, Ver.
desalojaron violentamente a treinta y tres famllias y dieron muerte ron armas de alto poder al compañero Amado
Díaz Martínez. Diez días después, en la misma zona, cuatro·
cientos ganaderos armados v con bandas tricolores en el
pecho, trataron de apoderarse de 1,269 hectáreas perte·
necientes a setenta y seis campesinos; esto sucedió ''en
Jicaltepec, municipio de N'autla, Ver." Otros hechos semejantes han acaecido C1'l San Luis Potosí, en Puebla. en
Guerrero, según el recuento del PST.
N
,·
*
OCO parece importar QUe las presuntas O reales InVasiones de tierras nazcan a su vez de violaciones a la
ley, o de negligencia en su aplicación. La lenidad con
Que a menudo se trata a los 'inva~ores originales, los ,c¡ue
despojan ejidatarios o comuneros. o los que ocupan exten·
siones mayores de las toleradas por la ley con perjuicio
de aquéllos, contrasta con los alegatos en favor de la ley
contra los pobres. Los originales y verdadero~ subver sores del orden jurídico -que sólo se entiende fincado en' la
justicia- son honra y prez de la sociedad mexicana. ~
La política de dos varas y dos medidas, no puede
justificarse siquiera por el demérito que públicamente se
puede o se trata de arrojar sobre los dirigentes de lcti
movimientos de invasores, reales, prf>suntos o potenciales.
Es posihle convenir en que la dirección del Consejo Agrarista Mexicano, por ejemplo. no se singulariza por su probidad. Pero ello no quita justicia a la causa de los campesinos, que a falta de otra representación tiene que echarse
en manos de quienquiera que de algún modo gestione' su
inlerés.
Otro es el caso de Iztacalco. Alli hay una evidente
identificación del liderazgo y la base. La represión, el ho~ti
gamiento asi. no podrá hacer sino fortalecer la conciencia
de esos pobladores
P
1
·,
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Persona o institución mencionada
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Asesinato de seis indígenas hidalguenses en Huejutla.
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Deshumanización y reducción de los crímenes a datos.
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Violencia de terratenientes ilegítimos contra campesinos.
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Invadir tierras como respuesta a la falta de justicia.
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Impunidad y tolerancia hacia los abusos contra campesinos.
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La política de represión y violencia como respuesta a las invasiones de tierras.
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La necesidad de investigar y abordar las raíces estructurales de la injusticia.