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Extensión
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3 fojas
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Resumen
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El texto analiza la transición política en México tras la victoria de Vicente Fox, destacando que, aunque logró la alternancia electoral, todavía no se consolidó una verdadera alternativa de poder. Se enfatiza que el cambio generado generó expectativas de un nuevo rumbo, pero existen resistencias, intereses sectoriales y riesgos como la violencia política y la fractura social. La verdadera prueba para Fox y su gobierno será convertir la esperanza en una transformación duradera, construyendo instituciones sólidas y un proyecto nacional que trascienda los intereses particulares y promueva la civilidad, la justicia y el progreso social.
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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El equipo de Vicente Fox consiguió convencer de la importancia de la alternancia, pero no pudo
construir la idea de la alternativa. Por las razones y los errores que se quiera, se dio la alternancia pero
sin alternativa. Se vive eso: la alternancia sin alternativa. En ese punto, el sentimiento se hace nudos en
la conciencia y se enreda en la garganta.
La posibilidad del cambio ahí está, es evidente; no así la probabilidad del cambio. Ése es, quiz~,
el sentimiento más encontrado que aún hoy habita en quienes entregaron su voto con la certeza de la
incertidumbre, pero con la convicción de la necesidad de romper con un pasado que, por glamoroso
que haya llegado a ser, exigía contar una nueva historia. Esa frase -"no nos falles"- condensa un
sentimiento tan esperanzado como frustrado. Una y otra vez se ha vivido la experiencia esperanzada
que termina frustrada, estrellada contra el piso la expectativa.
Ése es el desafío mayor de Vicente Fox: no fallarle a esa considerable porción de mexicanos que,
consciente o inconscientemente, votaron por la alternancia sin tener asegurada la alternativa. Se la
jugaron sin red de protección, esto es, sin instituciones partidistas sólidas y maduras. Y, aun cuando
desde las atalayas del autoritarismo ilustrado o de la exquisitez del pensamiento desalmado ya se dictó
sentencia a ese acto de inmadurez polltica, lo cierto es que se optó por la posibilidad del cambio sin
tener claras las probabilidades. Repróchese o no, la porción del electorado que encumbró a Vicente Fox
se lanzó a una aventura, con todo lo que una aventura supone: la razón sujeta a la emoción. La realidad
es ésa, no otra. Así, arranca el nuevo tramo de la historia que se quiere contar con una voz distinta.
Muchos otros sentimientos tales como el hartazgo ante la impunidad, la arbitrariedad, el
autoritarismo practicado por el grupo en el poder que ahora sale, no tienen paralelo frente al
sentimiento de la frustración. Puede argumentarse que la frustración es el antónimo de la ilusión y que,
en ésta, sólo creen los ilusos y se hunden los frustrados. Pero, más allá de la razón y de la lógica, lo
innegable es que la realidad es ésa. Frustrar esa ilusión sería en extremo delicado.
Si Vicente Fox falla, nada improbable es que la falla se transforme en una fractura. Desde hace
años, esa amenaza ha sido una sombra constante y a veces algo más que una simple sombra. La
violencia polltica ya no es algo ajeno al país. La élite política que se instaló en el poder infinidad de años
echó mano de ella más de una vez. Lo mismo hicieron algunos grupos que, en la desesperación por
participar y ser tomados en cuenta, reconocieron en las armas un último recurso. La violencia ya no es
una entelequia, más de una vida se ha perdido frente a ella. Ejemplos sobran. Ése es el riesgo de fallar.
Los desesperados argumentarían: ya vieron. Los asesinos: tengo hambre de nuevo.
Desde luego, dejar el peso de esa responsabilidad sobre los hombros de Vicente Fox es, además
de desmesurado, injusto. Sin embargo, ese peso lo carga Fox en la medida que esta vez la polltica no
operó -como dice el manual- sobre la base de la sola combinación de organización, fuerza e
inteligencia. Hubo eso, pero también tuvieron un peso específico los nuevos ingredientes de la política
a los que aún se les niega su carta de naturalización. El valor del carisma, el peso mediático, el
espectáculo y el marketing político jugaron sus cartas y tuvieron tanto o más peso que las propias
estructuras partidistas. No se puede desconocer ese hecho.
"No nos falles" fue la rúbrica de esa fiesta.
La altemtmcia con altematiw.
La alternancia con altemativa. En esa aparente redundancia, se cifra quizá el sentimiento que impulsó el
giro supuesto el dos de julio.
Se desea, se quiere que el desplazamiento del Partido Revolucionario Institucional de la principal
posición de mando del país no se limite a un simple cambio de tumo en la Presidencia de la República.
No, el deseo va más lejos, acaricia la posibilidad de encontrar en la altemancia, una altemativa. Algo
más que un simple quiebre en la historia nacional. Un quiebre pero para construir y tomar un camino
distinto, marcado por la civilidad, la justicia, el equilibrio, la democracia y una necesarísima mejora en la
condición social de millones de mexicanos hundidos en la miseria. Se quiere, dicho en breve, la
altemancia con altemativa.
Construir la altemativa no es cosa sencilla. Ahí sí, los sentimientos y los deseos se topan contra
una realidad que, para modificarla, exige una enorme generosidad, una enorme inteligencia y un enorme
esfuerzo polltico por parte no sólo del propio presidente de la República, sino también de las fuerL.as y
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los agentes pollticos que influyen deterrninantemente en el destino nacional. De los factores de poder
que, quiérase que no, pueden facilitar u obstaculizar la probabilidad del cambio, ampliar o cancelar el
horizonte.
Ante esa realidad es menester hacer conciencia de algo que no se ha visto suficientemente:
Vicente Fox ganó la elección del dos de julio pero no el poder.
No es lo mismo ganar una elección, que ganar el poder. La pugna por el poder apenas empieza y
está por verse si el nuevo presidente de la República lo conquista. No se trata, aunque así lo parezca, de
una batalla donde por fuerza haya vencidos y vencedores. No se trata de darle o entregarle a Vicente
Fox justamente lo que se quiere borrar de la Presidencia de la República: un poder desmesurado sin
limite para ejercerlo a ciencia o capricho. No se trata de eso.
Es un ejercicio distinto. Fácil de concebir, pero difícil de realizar en la medida que la subc:ultura
polltica priísta nunca llegó a planteárselo seriamente. Se trata de encontrar en el equilibrio de los
distintos poderes formales e informales aquellas metas verdaderamente nacionales y, por ello,
susceptibles de alcanzarse sobre la base de la unidad en la pluralidad. Metas que más alLí de los intereses
particulares de éste o aquel otro partido, de éste o aquel otro sector del capital, de éste o aquel sector de
la sociedad, de ésta o aquella otra fuerza, deben atenderse haciendo a un lado las banderías políticas o
los intereses sectoriales.
Desde luego en la agenda hay muchos asuntos que en vez de unir, separan. El catálogo de esos
temas es grande y vasto. La idea sería encontrar aquellos asuntos que revisten interés nacional y pueden,
si son bien tratados y negociados, conjugar y combinar el esfuerzo de esos factores y agentes de poder
para construir una alternativa. Si, por el contrario, lo primero que se pone sobre la mesa del debate
nacional son aquellos temas que separan en vez de unir, la alternancia no llegará a constituir una
alternativa.
La alternancia habría sido un ejercicio sin destino. Habría sido un cambio de siglas para seguir en
un esquema polltico de mezquindad que, lógicamente, debilitaría todavía más al Estado mexicano que,
en los últimos años, ha perdido muchos referentes.
El sentimiento se habría frustrado .
La graduación
La noche del dos de julio condensa una larga historia, pero no ampara necesariamente una historia
mejor y distinta. El desafío es ése. La reconstitución del Estado de Derecho y la construcción de una
cultura polltica distinta, marcada por la civilidad, la legalidad, el equilibrio y la justicia, son quizá de los
dos más caros anhelos cifrados en aquella victoria electoral.
Inquieta, sin embargo, que en estos primeros días después de la elección, algunos actores,
factores y agentes de poder tiren de un lado a otro a Vicente Fox, como reclamándole atender sus
exclusivos intereses. Inquieta eso, como también que los partidos pollticos -incluido el de Fox- no
encuentren el nuevo rol que les depara el cambio en la Presidencia de la República. Se jalonea a quien
tendrá la principal posición de mando polltico y lo sorprendente es que éste se deje jalonear y, en esa
medida, incurra en frecuentes contradicciones derivadas de esas presiones y tironeas.
Es claro que Fox no podrá dar gusto a todos los reclamos y que, aun cuando algunos de los
grupos, sectores y organizaciones que apoyaron su candidatura ya reclaman el pago por su apoyo, el
próximo presidente de la República deberá reconocer que su mandato no puede responder a un solo
sector de la sociedad. De ahí, la urgencia de que el nuevo gobierno establezca claramente sus
prioridades y trace sus lineas estratégicas de acción. Sólo así evitará que la expectativa generada se
traduzca en una frustración generalizada.
Quizá es prematuro exigir eso cuando Vicente Fox ni siquiera se ha sentado en la silla
presidencial. Pero, lo cierto, es que por más que se quiera, la oportunidad de introducir cambios en el
país no es eterna. Si acaso en los dos primeros años de su gobierno Fox podrá ensayar eso. El tercer
año la atención se concentrará en la elección intermedia y, naturalmente, los partidos buscarán tener
una mayor presencia en el Congreso y perfilar sus posibilidades hacia la siguiente contienda por la
Presidencia de la República. La segunda mitad del sexenio, en el mejor de los casos, deberá destinarse a
consolidar los cambios. Más tiempo no hay.
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La fiesta del dos de julio, efectivamente, fue de terciopelo. En medio del confeti y el duelo, se
reconoció el resultado electoral pero no necesariamente el efecto político. La fiesta ha tetminado, ahora
viene el trabajo duro y difícil. No hay secreto ni sorpresa en esto. De hecho, el piso por el que transitan
estos clias posteriores a la elección dejan ver lo accidentado del terreno. De la alfombra aterciopelada se
está pasando al empedrado. Las resistencias al cambio ya se manifiestan y los pequeños intereses se
están expresando.
Ahora se verá si así como Vicente Fox supo transitar del candidato al político, lo puede hacer del
candidato al estadista. Al hombre que, más allá de su condición y convicción política, tiene la altura de
miras para ver por encima del horizonte y si cuenta con el equipo y la capacidad para transformar la
posibilidad del cambio en la probabilidad de éste.
Vicente Fox logró la alternancia, falta por ver si logra construir y consolidar la alternativa. El
sentimiento, el deseo es ése. Hacer de la fiesta electoral del dos de julio la ceremonia de graduación
democrática. Ése es el reto.
Ciudad de México, 11 de octubre del 2000
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