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Extensión
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2 fojas
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Resumen
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Columna La Calle relativo a ascenso de Barack Obama a la Presidencia de los Estados Unidos, hecho que sigue dando sorpresas, en su biografía Los sueños de mi padre Obama comenta que fue hijo de una mujer blanca nacida en Kansas y de un keniano becado para estudiar en Hawai, donde nació el ahora huésped principal de la Casa Blanca, sus padres se separaron, ella se casó de nuevo, un día la noticia de que el señor Obama, que había regresado a Kenia, quería conocer a su hijo, a quien no le gustó la idea..
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Tipo
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Artículo periodístico.
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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La calle
para el jueves 18 de junio de 2009
Diario de un espectador
El padre de Obama
por miguel ángel granados chapa
Pasado mañana se cumplirán cinco meses del ascenso de Barack Obama a la
Presidencia de los Estados Unidos. Sigue dando sorpresas. Quizá haya desilusionado a
algunos de sus seguidores y atemorizado a quienes consideran que su elección fue una
catástrofe para ese país. Pero no hay duda que está imprimiendo un sello humano a la
política norteamericana y la de todo el mundo, hacia donde ha lanzado mensajes de
esperanza en la convivencia. Es que su biografia misma es un cruce de culturas. Fue hijo
de una mujer blanca nacida en Kansas y de un keniano becado para estudiar en Hawai,
donde nació el ahora huésped principal de la Casa Blanca. Sus padres se separaron. Ella
se casó de nuevo, ahora con un indonesio y después de vivir en Yakarta, ella y su
vástago volvieron a Hawai. Allí recibieron un día la noticia de que el señor Obama, que
había regresado a Kenia, quería conocer a su hijo, a quien no le gustó la idea. En Los
sueños de mi padre narra ese acontecimiento como se leerá en seguida (y perdón porque
la traducción está hecha con el español de España): (
"Por fin llegó el gran día; la señorita Hefty permitió que saliera antes de clase y me
deseó buena suerte. Dejé el edificio de la escuela sintiéndome como un reo. Me pesaban
las piernas y a medida que me acercaba al apartamento de mis abuelos, los latidos de mi
corazón iban haciéndose más fuertes. Cuando subí al ascensor me quedé de pie, sin
pulsar el botón. La puerta se cerró, se volvió a abrir y entonces entró un anciano filipino
que vivía en el cuarto piso.
--Tu abuelo dice que tu padre viene hoy a visitaros -dijo el hombre en tono festivo-Estarás muy contento,
Cuando (después de quedarme de pie frente a la puerta mirando más allá del skyline
de Honolulu a un barco lejano, y tras entornar los ojos para ver cómo los gorriones
cruzaban el cielo describiendo espirales) me di cuenta de que no tenía posibilidad alguna
de escapar, llamé al timbre del apartamento.
--¡Aquí está! ¡Vamos, Barr, ven a saludar a tu padre!
Y allí, en el pasillo sin iluminar, le ví, una figura alta y oscura que caminaba con una
leve cojera. Se agachó y me rodeó con sus brazos, pero los míos se quedaron colgando a
los lados. Tras él estaba mi madre, temblándole la barbilla, como siempre.
--Muy bien, Barry -dijo mi padre--. Estoy muy contento de verte después de tanto
tiempo. Muy contento.
Me llevó de la mano hasta el cuarto de estar y todos no sentamos,
--Bueno Barry, tu abuela me ha dicho que lo estás haciendo muy bien en la escuela.
Me encogí de hombros.
--Le da un poco de vergüenza --intervino Trot.
Ella sonrió y me pasó la mano por la cabeza.
--Bien -comentó mi padre--, no tiene que darte vergüenza que te vaya bien. ¿Te he
dicho que tus hermanas y hermanos han sacado muy buenas notas en el colegio?. Lo
lleváis en la sangre, creo -dijo sonriendo.
Cuando los mayores comenzaron a hablar yo lo miré fijamente. Era mucho más
delgado de lo que creía; los huesos de sus rodillas formaban en las perneras de sus
pantalones dos ángulos agudos; no me lo podía imaginar levantando a nadie del suelo. A
su lado, un bastón con una cabeza roma de marfil descansaba contra la pared. Vestía
chaqueta azul, camisa blanca y, al cuello, un pañuelo escarlata. Sus gafas, con monturas
de carey, reflejaban la luz de la lámpara y no me permitían ver muy bien sus ojos, pero
cuando se las quitó para frotarse el puente de la nariz, pude ver que estaban ligeramente
amarillos, los ojos de alguien que había tenido malaria más de una vez. Había una cietia
fragilidad en su constitución, pensé, y era cuidadoso a la hora de encender un cigarrillo y
alargar la mano para coger su cerveza. Después de una hora o algo así, mi madre sugirió
que, como parecía cansado, debería echar una siesta y él se mostró de acuerdo".
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Materia
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La Calle, diario de un espectador
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Persona o institución mencionada
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Barack Obama