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Extensión
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2 fojas
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Resumen
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Columna La Calle que continua con el recorrido por la obra y vida de José Vasconcelos, en su autobiografía retrata a Adriana, su primera amante, la imagen que trasmite es la siguiente, tan rara perfección del demonio andaba ya por los treinta y no había llegado a bailarina ni a reina. de broma solía decirle que era lo mejor del botín revolucionario, por lo que yo me la adjudicaba uno de los más recientes caprichos de Adriana había sido presentarse en una asamblea de estudiantes de medicina, donde se hacía censura de su gestión como enfermera en campaña, lo cierto es que llevaban días de celebrar juntas y pronunciar discursos en plazas y calles..
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Tipo
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Artículo periodístico.
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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La calle
para el jueves dos de julio de 2009
Diario de un espectador
Adriana
por migue! ángel granados chapa
De Adriana, la primera amante que José Vasconcelos retrata en su autobiografia decía
"la fama que no se le podía encontrar un solo defecto". Eso gustaba al autor del Ulises
Criollo, no la perfección en sí misma, sino el que las mujeres a las que sedujo tuvieran
una imagen pública, acaso porque deseara suscitar la envidia masculina. O tal vez por
que parejas de ese rango desafiaban su inteligencia y su virilidad.
Ayer empezamos a hablar de Adriana, presente en la vida de Vasconcelos, el gran
escritor y hombre público que murió hace medio siglo, el30 de junio de 1959, durante la
breve primavera que ellos y el país vivieron bajo el Presidente Madero. Una primavera,
hay que decirlo, no exenta de huracanes y tormentas, que anunciaban la catástrofe
provocada por Huerta y sus esbirros. Sigamos hoy leyendo la imagen que Vasconcelos
transmite de ella a sus lectores, porque es un ejemplo de lo que la tardía y miope censura
eclesiástica admitida por el autor arrancó de su obra:
"Largo el cuello, corto el busto, aguzados los senos, ágilmente musical el talle, suelto
el ademán, estremecía dulcemente el aire desalojado por su paso. Bajo la falda, una
pantorrilla gruesa remataba en tobillo airoso, redondo, y empeine arqueado de danzarina.
El vientre de Adriana era digno de la esmeralda de Salomé. Deprimido el estómago,
adelantado en el pubis. Cuando vestía seda entallada color de vino, su cutis delicado era
nacar y oro. Y bastaba tocarle la mano para sentir la voluptuosidad de los serrallos.
"Tan rara perfección del demonio andaba ya por los treinta y no había llegado a
bailarina ni a reina. De broma solía decirle que era lo mejor del botín revolucionario, por
lo que yo me la adjudicaba. La vida anterior de Adriana era un tanto misteriosa: casada y
divorciada una vez, viuda otra, conocía el idioma inglés con esa perfección que no se
adquiere en los libros. Porf el sur de Estados Unidos vivió una temporada y allí aprendió
enfennería. Entre sus ascendientes había un ministro de Juárez y emigrantes vascos
establecidos desde antiguo por Veracruz. Era perseguida de pretendientes y de
murmuradores. Para dormir a su lado era preciso guardar un ojo en acecho.
Especialmente en aquella casa quinta de árboles frondosos y tapias altas donde caían, ya
tarde, dos o tres hermanos celosos.
"Uno de los más recientes caprichos de Adriana había sido presentarse en una
asamblea de estudiantes de medicina, donde se hacía censura de su gestión como
enfermera en campaña. Al principio, su belleza se impuso, pero se mostró gobiemista en
su discurso y ciet1os galanteadores despechados hicieron correr la voz de que era amante
de Madero; la heroica asamblea se puso a sisearla. Ocurrió todo esto días antes de que
yo la dirigiera. Lo primero que le aconsejé fue la abstención completa toda presencia en
público, y el silencio. Que me dejara a mi liquidar esas cuentas; ya llegaría la ocasión.
"Se presentó esta, justamente, con motivo de las manifestaciones antimaderistas que
siguieron a la visita de Manuel Ugarte. Los estudiantes, equivocados, se hacían
instrumento de los enemigos del nuevo régimen y del sentir de sus familiares heridos en
algún interés personal , o simplemente resultaban un reflejo de la pasión acumulada en el
ambiente del momento. Lo cierto es que llevaban días de celebrar juntas y pronunciar
discursos en plazas y calles. Nos acusaban de falta de patriotismo ... Tanta confusión de
valores me irritaba aun sin estar yo mezclado en ella, pero ahora la amistad con Adriana
me encendió" . Vasconcelos emitió unas declaraciones contra los estudiantes que se
organizaron en mítines y marchas para atacarlo, para concentrar su odio en él. Esa
noche, él y ella cenaron juntos. "Después, ¡si los muchachos hubieran podido imaginar
mi gratitud! " .
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Materia
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La Calle, diario de un espectador
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Persona o institución mencionada
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José Vasconcelos
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Adriana