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Extensión
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3 fojas
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Resumen
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Nadie vinculó formalmente al secretario de Gobernación con el homicidio del periodista sacrificado el 30 de mayo de 1984, hace 18 años. Pero fue sentenciado por la autoría intelectual del asesinato el jefe de la policía política, dependiente del secretario, que le ofreció una salida política que le permitió huir..
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Tipo
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Publicación Reforma
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Clasificación
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UAMC.MAGC.01
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Sububicacion
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Sobre
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Texto completo
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Plaza Pública
para el jueves 30 de mayo del 2002
Buendía y Bartlett
por miguel ángel granados chapa
Hace hoy 18 años que fue abatido a tiros, por la espalda, el periodista Manuel
Buendía. Durante su carrera profesional, iniciada en La Nación, el semanario panista, a
fines de los cuarenta, dio muestra de una clara aptitud para el ejercicio del oficio al que
cayó por azares de la existencia pero que abrazó con entusiasmo creador. Era diestro en
la averiguación de hechos y en su exposición al público, las dos habilidades que
requiere quien, como él, hizo del periodismo no sólo un modo honesto de ganarse la
vida sino el medio para cumplir aspiraciones vitales de más largo alcance.
Carece de sentido meramente evocar su memoria en esta efemérides. Ni siquiera es
un aniversario redondo, de esos que son propicios a recontar una biografía, a examinar
una influencia, a desentrañar un misterio no resuelto. Mucho ha cambiado el país,
mucho la prensa desde aquel miércoles, el 30 de mayo de 1984, en que Buendía cayó
asesinado. Pero algunos factores presentes entonces prevalecen, algunos personajes que
refulgían entonces mantienen brillo, presencia pública, a pesar de los años y de las
transformaciones, las de la sociedad y las suyas propias.
Uno de ellos es Manuel Bartlett, secretario de Gobernación entonces, senador de la
república ahora. En los casi cuatro lustros corridos desde el infausto momento en que
concluyó abruptamente la vida de Buendía, la de Bartlett le permitió conocer la victoria
y la derrota, el poder y la impotencia. Hoy, fuera el PRI de la Presidencia que él
pretendió con vehemencia, protagoniza una suerte de renacimiento. Pocos años después
del asesinato del periodista, Bartlett perdió la principal candidatura priísta, que sintió
tener en las manos. Manejó su derrota con habilidad tal, se produjo la victoria de Carlos
Salinas en condiciones tan estremecedoras del país, que no padeció el sino de los
perdedores, el retiro forzoso y la amargura que lo acompaña. Su rival se vio obligado a
compensarlo con un cargo en el gabinete, la Secretaría de Educación Pública. Y cuando
su poder quedó consolidado y quiso prescindir de él, se topó de nuevo con las
circunstancias que lo habían hecho incombustible. Y así se fabricó su condición
poblana, su candidatura, su gobierno.
Desde Puebla, donde desplegó el autoritarismo priísta que hubiera ejercido desde la
Presidencia, fue en pos de ella una segunda vez. Ojo avizor el suyo, se opuso sin
demasiada convicción a Zedillo, y promovió nuevos modos de elegir candidato
presidencial. Fue el más completo, el más acabado político de los cuatro contendientes
de 1999, el de más vasta experiencia. Pero esos méritos fueron insuficientes y en
cambio quizá fueron adversos. Lo hubiera elegido un head hunter. No lo eligió Zedillo,
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a él, que se ufanaba de ser el único secretario de Gobernación que duró un sexenio
completo desde Mario Moya Palencia (aunque ambos hubieran renunciado gustosos a
ese récord, pues lucharon porque su estancia en Bucareli hubiera sido interrumpida por
su postulación a la Presidencia).
Como a Humberto Roque pero con mayores títulos, la participación de Bartlett en la
búsqueda de la candidatura presidencial le mereció, de perdida, una senatorial. Y desde
su curul de Xicoténcatl el ex gobernador de Puebla ha trazado el alcance de su nueva
personalidad. Ya que las afinidades electivas funcionan también entre políticos
formalmente adversarios, ha hecho pareja con Diego Fernández de Cevallos para sacar
adelante iniciativas atroces como la que frustró la reforma constitucional en materia
indígena. Y él solo cerró el paso a las tentativas de enmienda a los artículos 27 y 28 en
materia eléctrica.
Se diría que vive gozoso su postrer protagonismo. Pero no sería extraño verlo pugnar
por la candidatura presidencial en 2006. Hacia allá parece apuntar su logrado intento
por adquirir una identidad nueva, la de un político tan rudo en la oposición como rudo
fue en el poder (con las obvias diferencias de uno y otro caso).
Fue rudo en el poder. ¿Hasta el punto de estar involucrado en el homicidio de
Buendía? Nadie lo acusó jamás formalmente, y las insinuaciones de su relación con el
caso han sido vagas cuando no timoratas. No hay señal que lo vincule legalmente con el
crimen. Pero en el análisis político a que la situación obliga no se puede ignorar que un
subordinado de Bartlett, el jefe de la policía política, José Antonio Zorrilla está en
prisión desde 1989 sentenciado por la autoría intelectual de ese crimen.
El secretario de Gobernación tenía plena autoridad sobre la Dirección Federal de
Seguridad, encabezada por Zorrilla y a la que pertenecían quienes fueron condenados
por cometer el asesinato directamente o encubrirlo. Con gesto de señorito a quien
ofenden los malos olores y lo muestra arrugando la nariz, el Presidente Miguel de la
Madrid dijo a Bartlett que no quería nada que ver con la polícia política, y la puso
entera, poderosa, en manos de su entonces amigo. Buendía fue asesinado quizá por
haber descubierto los nexos de Zorrilla y el narcotráfico. ¿Bartlett, su jefe, los ignoraba?
Sí al parecer en 1984, no en 1985. Zorrilla permaneció en su cargo ocho meses después
de ultimar a Buendía. Y no se le despidió ignominiosamente: se le hizo candidato a
diputado. Y cuando, tras el homicidio del agente norteamericano Enrique Camarena
quedó clara la complicidad de la DFS con sus asesinos, Zorrilla sólo perdió la
candidatura pero no la libertad. Se le permitió huir. Y sólo fue preso cuando Bartlett no
era ya secretario de Gobernación.
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PLAZA PúBLICA
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Buendía y Bartlett
Nadie vinculó formalmente al secretario de
Gobernación con el homicidio del periodista
sacrificado el30 de mayo de 1984, hace 18 años.
Pero fue sentenciado por la autoría intelectual
del asesinato el jefe de la policía política,
dependiente del secretario, que le ofreció
una salida política que le permitió huir.
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priista que hubiera ejercido desde la Presidencia,
fue en pos de ella una segunda vez. Ojo avizor el
la espalda, el periodista Manuel Buendía. Durante
suyo, se opuso sin demasiada convicción a Zedilla, y promovió nuevos modos de elegir candidato
m carrera profesional, iniciada en La Naci6n , el
semanario panista, a fines de los cuarenta, dio
presidencial. Fue el más completo, el más acabado
político de los cuatro contendientes de 1999, el de
muestra de una clara aptitud para el ejercicio del
)flcio al que cayó por azares de la existencia pero
más vasta experiencia. Pero esos méritos fueron
insuficientes yen cambio quizá fueron adversos. Lo
que abrazó con entusiasmo creador. Era diestro
3n la averiguación de hechos y en su exposición al
hubiera elegido un head hunter. No lo eligió Zedilla,
público, las dos habilidades que requiere quien,
a él, que se ufanaba de ser el único secretario de
~omo él, hizo del periodismo no sólo un modo hoGobernación que duró un sexenio completo desde
Mario Moya Palencia (aunque ambos hubieran
llesto de ganarse la vida sino el medio para cumplir
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Carece de sentido meramente evocar su meporque su estancia en Bucareli hubiera sido intemoria en esta efemérides. Ni siquiera es un anirrumpida por su postulación a la Presidencia).
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Como a Humberto Roque pero con mayores
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títulos, la participación de Bartlett en la búst desentrañar un misterio no resuelto. Mucho ha
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políticos formalmente adversarios, ha hecho pat pesar de los aftas y de las transformaciones, las
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Uno de ellos es Manuel Bartlett, secretario de
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)lana, su candidatura, su gobierno.
a la Presidencia de la República.
Desde Puebla. donde desplegó el autoritarismo
HACE HOY 18 AÑOS QUE FUE ABATIDO A TIROS, POR
solo cerró el paso a las tentativas de enmienda a
los artículos 27 y 28 en materia eléctrica.
Se diría que vive gozoso su postrer protagonismo. Pero no sería extraño verlo pugnar por
la candidatura presidencial en 2006. Hacia allá
parece apuntar su logrado intento por adquirir
una identidad nueva, la de un político tan ruda
en la oposición como rudo fue en el poder (con la.c;
obvias diferencias de uno y otro caso).
Fue rudo en el poder. ¿Hasta el punto de estar
involucrado en el homicidio de Buendía? Nadie le
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timoratas. No hay señal que lo vincule legalmente
con el crimen. Pero en el análisis político a que
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subordinado de Bartlett, el jefe de la policía polí·
tica, José Antonio Zorrilla está en prisión desde
1989 sentenciado por la autoría intelectual de ese
crimen.
El secretario de Gobernación tenía plena autoridad sobre la Dirección Federal de Seguridad,
encabezada por Zorrilla y a la que pertenecían
quienes fueron condenados por cometer el ase·
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de la Madrid dijo a Bartlett que no quería tener
nada que ver ~on la policía política, y la puso
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Buendía fue asesinado quizá por haber descubierto los nexos de Zorrilla yel narcotráfico. ¿Bartlett,
su jefe, los ignoraba? Sí al parecer en 1984, na
en 1985. Zorrilla permaneció en su cargo ocho
meses después d~ ultimar a Buendía. Yno se le
despidió ignominiosamente: se le hizo candidato
a diputado. Ycuando, tras el homicidio del agente
norteamericano Enrique Camarena quedó clara
la complicidad de la DFS con sus asesinos, Zorrilla
sólo perdió la candidatura pero no la libertad. Se
le permitió huir. Ysólo fue preso cuando Bartlett
no era ya secretario de Gobernación.
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CAJóN DE SASTRE
íctima de piratería, la Suprema Corte de Justicia se convirtió en denunciante y con eso
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acaso generó una situación jurídica quizá nunca
antes aparecida en la historia mexicana: el tribunal constitucional es titular de obras protegidas
conforme a la ley, discos compactos en que figuran
sus tesis de jurisprudencia. A través de sendas
empresas, dos personas se apropiaron de esas
obras y pusieron a la venta el resultado de su
piratería, por lo que la Corte denunció los hechos,
la PGR aprehendió a los señalados yun juez federal
les dictó auto de formal prisión (sin derecho a
libertad bajo fianza). Si recurren al amparo, que
se ventila ante juzgados ytribunales pertenecientes al Poder Judicial federal, en cuya cúspide se
encuentra la denunciante, ¿estaríamos ante la
confusión entre juez y parte?
Correo electr6nico: libraria@prodigy.net.mx
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Materia
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Manuel Buendía.
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Manuel Bartlett.
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Zedillo.
-
Mario Moya Palencia.
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Humberto Roque.
-
Diego Fernández de Cevallos.
-
Miguel de la Madrid
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Persona o institución mencionada
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Buendía y Bartlett